1. ¿Qué es el mundo helenístico?
Se
conoce como época helenística o periodo helenístico a la etapa
histórica que va del 323 al 31 a. C., etapa en la que, en los países que bordean
el Mediterráneo oriental, se desarrolla una civilización mestiza dominada por
la cultura de origen griego.
Esta
civilización mestiza, conocida como helenismo,
surge a consecuencia de las conquistas de Alejandro
Magno.
Al
norte de la Grecia continental se encontraba Macedonia, un pueblo al que los griegos consideraban bárbaro
aunque hablasen una lengua muy parecida a la suya. Las diferencias
fundamentales que separaban a los macedonios de los griegos se pueden
reducir a las siguientes: (1) No estaban organizados en polis. (2) Su economía era muy
rudimentaria. (3) Su sistema político era una monarquía de tipo feudal.
En
el año 356 a. C. Filipo I, accede al
trono macedonio. Poco después comenzó a intervenir en los asuntos griegos,
adoptando el papel de protector. Pero esta intervención fue mal vista por Atenas
y algunas otras polis, lo que
dio origen a la batalla de Queronea, donde los atenienses y sus
aliados fueron vencidos por los macedonios.
En
el 336 Filipo fue asesinado, sucediéndole en el trono su hijo Alejandro, que solo contaba veinte años de
edad. Alejandro tuvo que hacer frente a algunas revueltas en las ciudades
griegas, y, pacificados sus territorios, inició una impresionante aventura
militar que le llevaría a conquistar Grecia, destruir el Imperio Persa y
someter a Egipto, Siria, Mesopotamia, etc., llegando hasta la India a través
de Afganistán.
A lo
largo del territorio que iba conquistando fundó numerosas ciudades, muchas de
las cuales fueron bautizadas, en su honor, con el nombre de Alejandría. Murió,
de regreso a Babilonia, en el 323 a. C., sin dejar herederos.
Después
de la muerte de Alejandro aquellos de sus generales con más poder en el
ejército, o más habilidad, se repartieron el enorme imperio que había creado
en tan poco tiempo. De ese reparto surgieron los reinos helenísticos. La administración de los nuevos reinos
quedó en manos de griegos y macedonios, y el griego se convirtió en la lengua culta de todo el Mediterráneo
oriental.
Los
nuevos reinos helenísticos suponen la liquidación de la forma tradicional de organización
política, en polis, gobernadas por hombres libres. El Estado está ahora gobernado,
y representado, por un rey, con poderes absolutos, que dispone de un ejército
de mercenarios a su servicio.
También
desaparece la forma religiosa tradicional griega, que tenía un carácter público
y estatal. En su lugar aparecen religiones en las que predominan elementos mistéricos (cerrados, secretos,
accesibles solo a iniciados), y que tienen una pretensión universalista.
Se
desarrollan grandes núcleos urbanos,
dirigidos por una clase cosmopolita,
constituida por griegos e indígenas helenizados, mientras que en el campo los agricultores
mantienen sus lenguas y costumbres.
De
entre estas grandes urbes destacan Pérgamo,
Antioquía, Éfeso, Rodas, y especialmente,
Alejandría, en Egipto, convertidas
en focos de difusión cultural en competencia con la vieja Atenas. En estas ciudades se crean bibliotecas, museos y teatros,
en los que se desarrolla una notable actividad cultural. En el terreno científico destacará sobre todo Alejandría, que había sido fundada por
Alejandro, en el 332 a. C., mientras Atenas
sigue conservando la primacía en el terreno filosófico.
En el
siglo II a. C., los romanos
comienzan su expansión hacia el Mediterráneo oriental. En el año 146 a. C. se
anexionan Grecia, y en el 31, a. C.,
Egipto, el último reino helenístico
independiente que quedaba.
Pero,
aun después de que los reinos helenísticos pasaran a poder de Roma, la cultura
helenística no desapareció. De hecho el griego continuó siendo la lengua
común en la parte oriental del imperio, que no llegó a ser latinizado.
2. Felicidad y salvación: las filosofías del
remedio
El
Imperio de Alejandro llevará consigo la influencia del pensamiento griego a
todo el Mediterráneo Oriental; pero, al mismo tiempo que la cultura griega
se «universaliza», se derrumba la forma tradicional de organización ontológico-política
griega. La polis, y todo lo que esta
lleva consigo (el «proyecto polis», por emplear una expresión de Felipe
Martínez Marzoa), se disuelve en otra cosa. Como consecuencia, la manera de
relacionarse el individuo con el mundo (esa peculiar manera griega de
«estar en el mundo», de «habitarlo») se acaba.
Al
desaparecer el marco de referencia habitual, el individuo se encuentra
perdido; de ahí que este sea un periodo de crisis «espiritual». Surgen,
ahora, las filosofías del remedio: la filosofía deja de ser un intento
de penetrar en la naturaleza íntima de la realidad, o un proyecto de
educación colectiva, para convertirse en una especie de tabla de salvación
para náufragos.
Al
mismo tiempo, se extienden las religiones salvíficas: los dioses familiares
y de la ciudad dejan paso a nuevas formas religiosas cuyo objetivo es rescatar
al individuo de una situación de caída para reintegrarlo a su auténtico
ser, para salvarlo.
Los
«remedios» que proponen los nuevos sistemas filosóficos son de dos tipos: la
búsqueda de la felicidad o la salvación.
Cuando
estas filosofías del remedio se orientan a enseñar a los individuos cómo ser
felices dan origen a las escuelas de
moral. Las más importantes de estas escuelas de moral son la de los escépticos, los epicúreos y los estoicos.
Cuando
las que hemos denominado filosofías del remedio asumen objetivos provenientes
de la esfera religiosa tenemos las filosofías
salvíficas, que surgen y se expanden en el seno del imperio romano. Las más
importantes de estas filosofías salvíficas son las desarrolladas por los neoplatónicos (entre los que destacan Amonio Saccas, Plotino, Porfirio, Jámblico y Proclo), Filón, y los
sistemas filosóficos cristianos (entre
los que destaca el elaborado por Agustín
de Hipona).
Junto
a estas escuelas de nuevo cuño, perviven otros centros filosóficos como las escuelas pitagóricas, la Academia, y el Liceo, y otras diversas escuelas de origen más o menos socrático
(cínicos, cirenaicos, megáricos),
pero carentes ya de un pensamiento original.
3. Las escuelas de moral: los escépticos
La
palabra escepticismo deriva de skepsis, que significa indagación,
examen. El fundador de la escuela fue Pirrón, nacido en Elis (en el Peloponeso), hacia el 360
a. C. De Pirrón sabemos que se apuntó a la expedición militar emprendida por
Alejandro Magno en Asia, y llegó hasta la India, donde conoció a los ascetas
hindúes (llamados gimnosofistas,
es decir, sofistas desnudos, por los griegos). Murió hacia el 270.
La
escuela tuvo escasa duración y el único discípulo importante fue Timón
de Fliunte (320‑230 a. C.). No obstante tuvo cierta influencia en la Academia
y en pensadores independientes (entre los que destaca Cicerón).
El
escepticismo, como las demás escuelas post‑aristotélicas, centra su
búsqueda en alcanzar la felicidad
que se encuentra, para estos, en la ataraxia (= imperturbabilidad).
Este estado se consigue mediante la negación de todo conocimiento. Pero eso
supone rechazar también esta negación, de lo contrario siempre quedaría una
certeza: que «todo conocimiento es falso». Para conseguir esto es necesario,
por lo tanto, la abstención/suspensión (epokhé) del juicio.
Mientras
las demás escuelas buscan en una doctrina la tranquilidad del espíritu, los
escépticos creen que esta solo se alcanza con la negación de toda doctrina determinada,
ya que todas son falsas; pues, frente a toda doctrina, siempre se podrá encontrar
‑y demostrar‑ una doctrina opuesta sin abandonar la razón.
4. Las escuelas de moral: los epicúreos
&1
El fundador de esta escuela fue Epicuro, que nació
en el 341 a. C., en la isla de Samos.
En el 306 a. C. se instala en Atenas y compra un jardín donde organiza su escuela,
de ahí que esta sea conocida también como la escuela de «El jardín». Epicuro
fue un escritor muy prolífico, pero casi todas sus obras desaparecieron.
Parece que su obra principal era un tratado que llevaba el recurrido título
de Sobre la naturaleza, del que solo se conservan fragmentos. Está fuertemente
influido por el atomismo de Demócrito.
Murió en el 270 a. C.
Ya
en pleno Imperio romano, nació otra gran figura del epicureísmo: Lucrecio
(96‑55). Escribió un libro, De rerum natura, donde explica la
constitución del cosmos a partir de los átomos y del azar. Entre sus seguidores se
encuentran los poetas latinos Virgilio y Horacio. El epicureísmo
reaparecerá en el siglo XVII con Pedro Gassendi.
Los
epicúreos dividen a la filosofía en lógica (o canónica), física y
ética, subordinando las
dos primeras a la tercera.
&2
La lógica (o canónica) epicúrea no supone
gran aportación. Consiste básicamente una teoría
del conocimiento, que se ocupa, sobre todo, del criterio de la verdad; esto es, de cómo podemos juzgar
si algo es verdad. Viene a sostener que todo conocimiento para ser verdadero
o es sensación (dado en una
sensación), o es elaborado a partir de la sensación.
La
función de la física, subordinada a
la ética, será liberar a los hombres
del temor (a la muerte, a los
castigos de los dioses después de la muerte, etcétera), para ayudarle a ser feliz.
La
física de Epicuro parte de la filosofía
atomista de Demócrito, en la que
introduce algunas modificaciones
Siguiendo
a Demócrito, y tal como propone en su lógica, Epicuro sostiene que todo
conocimiento comienza por las sensaciones. Las sensaciones nos permiten constatar, mediante un conocimiento
directo, que hay realidades corporales, que hay cuerpos (caballos,
hombres, casas, piedras, etcétera). Pero las sensaciones también nos llevan,
de manera indirecta, a constatar que todo está compuesto de átomos y vacío.
A esta conclusión se llega de la siguiente manera: los
sentidos nos ponen en contacto con los cuerpos. Podemos
ver, tocar, oler, degustar, etcétera, cuerpos. Estos cuerpos se pueden dividir
en otros, y estos en otros. Pero la división no puede continuar hasta el
infinito; luego tiene que haber partes últimas que sean indivisibles, es
decir, átomos.
Los
átomos son, tal como ya había sostenido Demócrito,
simples, eternos, macizos. Aunque Epicuro introduce algunas novedades, que le
separan de la concepción de Demócrito. Para Epicuro los átomos pueden
diferenciarse unos de otros en virtud de tres caracteres: tamaño, figura,
y peso.
Demócrito
sostenía que los átomos, por ser indivisibles, no pueden estar compuestos de
partes. Esto había sido criticado por Aristóteles,
quien sostenía que si los átomos tienen distinta figura y tamaño al menos se
podrían distinguir teóricamente (aunque no físicamente) partes. Es decir,
si, por ejemplo, un átomo es mayor que otro, siempre se podrá (al menos en
nuestra imaginación) superponer uno al otro, y diferenciar la parte que
sobra de uno con respecto al otro.
Epicuro
admite esta crítica de Aristóteles y dice que, efectivamente, se pueden distinguir
partes teóricas en los átomos. Estas partes teóricas son todas iguales
entre sí, y los átomos se distinguirán unos de otros en base a que estén
compuestos de más o menos partes teóricas (que son las que hacen que tengan
figuras, tamaños, o pesos diferentes). Ahora bien, como las partes teóricas
son todas iguales entre sí, el tamaño y el peso de los átomos, será siempre
un múltiplo de una de esas partes.
Según
Demócrito los átomos se mueven al azar. Epicuro también difiere en esto.
Considera, siguiendo a Aristóteles, que hay un arriba y un abajo en el
espacio; a partir de ahí sostiene que los átomos tienden por su propia
naturaleza a ir hacia abajo, y a esa tendencia es a lo que llamamos peso.
Como
Epicuro piensa que la Tierra es plana
(volviendo a concepciones muy antiguas que ya habían sido superadas por Platón
y Aristóteles) el abajo sería la superficie plana de la Tierra, y los átomos
se moverían perpendicularmente a esa superficie y en sentidos paralelos
unos con respecto a otros.
Ahora
bien, esa tendencia a ir hacia abajo, por formar parte de la naturaleza de los
átomos, es un movimiento necesario, pero Epicuro sostiene que, además, los
átomos poseen movimientos espontáneos, al azar, mediante los cuales se
desvían de la perpendicular de caída (Lucrecio, un seguidor romano de
Epicuro, llamará «clinamen» a esta desviación).
Estos
movimientos espontáneos le permiten explicar dos cosas: (1) Al desviarse de
la línea perpendicular, pueden chocar unos con otros, engarzándose y
formando las cosas compuestas. (2)
El hombre, cuya alma también está formada de átomos, es libre, en tanto los
átomos de su alma también poseen movimientos espontáneos (es decir, esta
desviación espontánea le sirve para justificar la libertad humana).
Ya
hemos explicado por qué es necesario que haya átomos. El vacío tampoco puede ser conocido a
través de la sensación, así que hemos de explicar por qué sabemos que existe el
vacío. La explicación es sencilla: vemos los cuerpos, y esos cuerpos han de
estar en algún sitio, pero además se mueven; si todo estuviera lleno, si todo
fuese compacto, el movimiento sería imposible, luego tiene que haber espacio
vacío que permita el movimiento. (Esta explicación parte, sin embargo, de
premisas incorrectas, y ya había sido refutada por Aristóteles; en efecto, el
movimiento puede darse sin necesidad del vacío, tal sucede, por ejemplo,
cuando un cuerpo fluido se mueve en otro sin diluirse en él).
&3
El alma, que es lo que anima a los seres
vivos, lo que les hace estar vivos, también es cuerpo y, como tal, formada de
átomos. Los seres vivos son, por lo tanto, como una asociación de dos cuerpos.
Para distinguir un cuerpo de otro, Epicuro llama al alma «cuerpo» (soma),
y al cuerpo inerte le llama «carne» (sarx).
El
alma está formada por un tipo de átomos más finos, redondos y lisos, por ello
esos átomos no se engarzan unos en otros, y la única manera de que
permanezcan unidos es que queden atrapados en un cuerpo más estable. Cuando el
cuerpo (sarx) se estropea, los átomos que configuran el alma se salen
de él y se dispersan, y el individuo muere (el alma también es mortal, pues
sus átomos fuera del cuerpo se dispersan).
Los
átomos que forman el alma son de tres tipos: (1) De fuego, o de naturaleza similar al calor. (2) De aire, o de naturaleza similar al
aliento. (3) De un tercer grupo de elementos, extraordinariamente sutiles,
que son los que posibilitan las sensaciones
(las cuales se producen siempre por contacto, entre los átomos del alma y los
que emiten los cuerpos).
Los
átomos que componen el alma se hallan extendidos por todo el cuerpo de los
seres vivos.
&4
El
objetivo último de toda la filosofía epicúrea es enseñar a los hombres a ser
felices. La felicidad es concebida
como placer (hedoné). La ética de Epicuro es, por lo tanto, una
ética hedonista (se les llama hedonistas a aquellas concepciones de
la ética en las que se identifica la felicidad con el placer).
El
placer puede ser concebido, no obstante, de dos maneras: como estímulo sensorial, o como ausencia de dolor.
La
primera forma de placer tiene el inconveniente de que puede acarrear a la larga
un dolor mayor. La segunda forma de placer no puede tener, sin embargo,
consecuencia negativa alguna. Por eso es, para Epicuro, la forma preferible de
placer.
Placer
y dolor acompañan a las sensaciones, que son movimientos de nuestros átomos.
Cuando este movimiento es perturbado de alguna manera sentimos dolor, si se desenvuelve sin ningún
tipo de perturbación, placer. La
situación ideal es aquella en la que el individuo consigue rechazar todo
tipo de perturbación en su alma: este estado del alma es denominado ataraxia
(= ausencia de perturbación).
Para
alcanzar ese estado Epicuro trata de enseñar a los hombres a superar los «cuatro temores», y a enfrentarnos de
modo adecuado con los deseos.
Los
cuatro temores fundamentales de los seres humanos son: el temor a los dioses, el temor a la muerte, el temor al sufrimiento físico, y el temor al fracaso.
Con
respecto a los dioses Epicuro
sostiene que son eternos (debido a
que pueden reponer los átomos que, al igual que todos los seres, están
permanentemente perdiendo), y perfectamente felices. Por ello, los hombres no les interesan lo más mínimo, no
intervienen en sus asuntos recompensándolos o castigándolos, por lo que estos
no deben tener ningún temor a los dioses.
El alma, como ya hemos visto, se disuelve
al morir el individuo, de donde se sigue que la muerte no puede ser sentida, y que no hay ningún más allá de la muerte.
Por lo tanto, el temor a la muerte, o a lo que haya más allá de la muerte, no
tiene sentido.
Con
respecto al dolor Epicuro nos invita
a llevar una vida sencilla y acorde con la naturaleza, que es la mejor forma de
evitar aquellos tipos de dolor que está en nuestras manos evitar.
Y con
respecto al futuro sostiene que no
hay que preocuparse por lo que no está en nuestras manos.
Epicuro
sostiene, también, que hay tres tipos de deseos.
Esto son:
(1) Deseos
naturales y necesarios: son aquellos que son imprescindibles para
alcanzar la supervivencia y la felicidad. Son deseo tales como comer para
satisfacer el hambre, beber para satisfacer la sed, guarecerse del frío.
Estos deseos deben satisfacerse por ser imprescindibles para alcanzar la
felicidad.
(2) Deseos
naturales pero no necesarios: son aquellos que, aun teniendo
origen en nuestra naturaleza son prescindibles. Son deseos tales como el de
comer exquisitos manjares, deseos sexuales, etcétera. La satisfacción de tales
deseos conlleva siempre un cierto riesgo de dolores futuros, por lo que deben
ser evitados, aunque puede ser conveniente satisfacerlos de vez en cuando, y
dentro de ciertas condiciones.
(3) Deseos
innaturales e innecesarios: son deseos tales como los deseos de fama,
honor, triunfo político, etcétera. Tales deseos son siempre fuente de dolores y
angustias por lo que deben ser evitados en toda ocasión.
El
sabio es quien sabe calcular sus acciones de modo que obtenga el mínimo de dolor
(o, lo que es lo mismo, el máximo de placer). Para ello ha de saber calcular
cuando tiene que renunciar a un placer inmediato porque ello puede llevarle
a un dolor mayor en el futuro, y ha de saber contrarrestar aquellos dolores
que sean inevitables recreándose en los placeres apropiados.
5. Las escuelas de moral: los estoicos
&1
El fundador de la escuela estoica fue Zenón
de Citio (en Chipre), nacido en el 332 a. C. En el 311 a. C. se fue a vivir
a Atenas, donde, tras unos años de aprendizaje, se dedica a la enseñanza de su
propia filosofía. Zenón daba sus clases (quizá porque como extranjero no
podía comprar tierras) en un pórtico pintado (stoa poikíle), por lo que
él y sus discípulos fueron conocidos como estoicos. Murió, suicidándose,
en el 262.
Pero
la figura más relevante de la escuela no fue Zenón, sino Crisipo, nacido
en Solos en el 278 a. C. Sobre el
260 se va a vivir a Atenas, y en el 232 es elegido para dirigir la escuela.
Sus numerosos escritos se han perdido, pero sabemos que fue un renovador del
pensamiento estoico, a él se debe el desarrollo de la lógica estoica que
junto con la aristotélica, fue la única conocida durante los dos mil años
siguientes. Murió en el 204 a. C.
Pensadores
estoicos influyentes durante el Imperio romano son: el cordobés Séneca
(4 a. C. a 65 d. C.) que fue preceptor de Nerón; Epicteto (50‑130), y el
emperador Marco Aurelio (121‑180).
&2
Al
igual que escépticos y epicúreos, sus preocupaciones son fundamentalmente de
tipo moral. También, al igual que las anteriores escuelas, dividen la filosofía
en tres partes:
(1) Física:
trata de los cuerpos. En ella llevan a cabo una síntesis original de la filosofía
de muchos pensadores anteriores (Aristóteles, Platón, y, fundamentalmente,
Heráclito) a los que reinterpretan según sus propios intereses.
(2) Lógica:
trata de todo lo relativo al pensamiento y al lenguaje: conocimiento,
gramática (acerca de la cual llevan a cabo los primeros estudios
sistemáticos), retórica, y semántica (de la que se pueden considerar los fundadores).
(3) Moral:
trata de guiar la conducta para alcanzar la felicidad, que se encuentra en la
aceptación del destino con un estado de ánimo sereno e imperturbable: la apatheia.
El
pensamiento estoico es una gran síntesis en la que aparecen numerosos elementos
de sistemas anteriores y aspectos de la cultura tradicional griega,
reinterpretados de modo original, e integrados en un todo. Durante el periodo
de los reinos helenísticos y el Imperio romano fue la escuela con más
seguidores, extendiendo su influencia al gnosticismo,
la patrística, y las corrientes herméticas.
&3
La física trata del mundo, que es un
cuerpo compacto rodeado del vacío infinito. El mundo o cosmos surge a partir
de dos principios, ambos de naturaleza corporal
(para los estoicos, todo, incluido el alma y el espíritu, es cuerpo, a excepción
de: los significados de las
palabras, el vacío, el lugar, y el tiempo). Estos son:
(1) Un
principio pasivo: la materia.
(2) Un
principio activo no material pero sí corporal, al que denominan pneuma
(literalmente «soplo», que en latín se dice spiritus, de donde
procede la palabra «espíritu»). Puesto que el espíritu es un principio activo,
es corporal (todo lo que actúa es cuerpo, según los estoicos). Este pneuma o
espíritu unido a la materia da origen a todas las cosas.
Al
espíritu también le denominan pyr
(fuego), physis (naturaleza),
nomos (ley), heimarmené (hado, destino), y logos (razón).
En
el logos (pneuma, physis, nomos, etcétera) están las semillas racionales
(logos spermatikós) a partir de las cuales se desarrollan todas las cosas.
Pero cada cosa es única (incluso la más pequeña brizna de hierba), absolutamente
diferente de todas las demás; por lo tanto, no hay universales que tengan una existencia real, como sostenían Platón
y Aristóteles.
Ciertamente,
consideran que la ciencia versa sobre los universales, pero estos son una
elaboración posterior a partir de las phantasiai, las imágenes mentales (las cuales, en
principio, también son singulares, porque son la apropiación de un hecho; solo
una elaboración posterior, a partir de estas imágenes, dará lugar a los
universales).
&4
El universo es concebido como un organismo
vivo, donde todas las partes están en función de la totalidad.
El logos es como el alma de ese
todo; el logos, es concebido por los estoicos como una ley universal
que lo rige todo, por lo que todo está encadenado y sucede necesariamente. Su
física es, por lo tanto, absolutamente determinista; lo que quiere
decir que todo lo que sucede sucede necesariamente. No hay azar y la
libertad no es sino asumir que todo está regido por el pneuma/logos/fuego/destino.
Al
espíritu, logos que lo rige todo, también le llaman Dios, y de ahí
surge la noción de providencia divina que gobierna el mundo. Este Dios,
no es algo externo al mundo sino inmanente a él (panteísmo). Bajo ese Dios hay otros múltiples dioses,
los dioses tradicionales griegos, pero a los que identifican con fuerzas de
la naturaleza (así, Hera es el aire, Apolo el Sol, etcétera).
El logos,
con las razones seminales, es siempre el mismo y estas son limitadas. Como a
su vez el tiempo es eterno, llegará un momento en que las cosas tengan que repetirse, pero, como además las cosas
se suceden unas a otras siguiendo una ley necesaria, todo se repetirá en el
mismo orden. Es decir, volverán de nuevo Sócrates, y Platón, y expondrán las
mismas cosas, de la misma manera, etcétera.
Los
estoicos sienten una predilección especial por Heráclito: mucha de su terminología (el logos, el fuego)
está tomada de aquel.
También
echan mano de Heráclito para explicar el eterno retorno de todas las cosas.
Recordemos que Heráclito describía los cambios del cosmos como un encenderse y
apagarse, mediante el cual todo se transforma en fuego y el fuego en todas las
cosas. Los estoicos interpretan esta doble vía heracliteana así: cada cierto
tiempo se produce una ecpyrosis (conflagración) universal, que
consiste en que el fuego puro que envuelve el universo penetra en él apoderándose
de todo, luego el fuego se retira y los restos que deja se unen de nuevo a la
materia para formar otra vez todas las cosas.
Este
proceso se repite eternamente, a cada ciclo le denominan aión, que es un año cósmico.
El alma humana es una parte del pneuma,
del soplo cósmico que vivifica a todos los seres vivos; pero, además, en ella
hay una parte hegemónica, que es una parte del Alma del mundo. El alma es mortal (aunque algunos estoicos, por
ejemplo, Séneca, la consideraban inmortal).
&5
Hemos
dicho que la lógica aristotélica se centraba en el estudio
de determinados tipos de oraciones, aquellas que él denominaba logos
apophantikhós, lo que nosotros hemos traducido por proposiciones. Por tales entendía Aristóteles
aquel tipo de enunciados en los que se dice algo de algo, es decir, en los que
se relacionan determinaciones (términos).
Con
tales proposiciones se construyen los silogismos,
que son unidades de razonamiento en las que se sacan conclusiones nuevas. Pero
esas conclusiones se sacan a partir de las relaciones que se establecen entre
los términos en el seno del
silogismo.
Así,
por ejemplo, tenemos el siguiente silogismo:
Si
«todos los hombres son animales», y «todos los animales son seres vivos», entonces,
«todos los hombres son seres vivos».
Lo
que nos permite sacar la conclusión, «todos los hombres son seres vivos», es la
relación que se establece entre «animales», «seres vivos», y «hombres».
Los
estoicos parten de una base diferente para el desarrollo de su lógica; comienzan
por distinguir dos partes en el decir:
Una parte corporal, que consta a su vez de:
(1) El significante: constituido por los sonidos (caso del lenguaje
hablado), o por las letras (caso del lenguaje escrito). (2) El objeto:
aquello a que se refiere el significante. (3) El proceso psicológico:
que tiene lugar en el acto de decir o de captar lo dicho (para los estoicos
los procesos psicológicos también son de naturaleza corporal).
Una parte de naturaleza no corporal: el significado
(lektón): el sentido de lo dicho, que solo tiene valor para quien entienda
el lenguaje en el que se dice. Los significados se pueden dividir a su vez en:
(1) Incompletos: los principales son los
«sujetos», y los «predicados».
(2) Completos: son las oraciones. Estas a
su vez pueden ser preguntas, ruegos, mandatos, etcétera. Este tipo de
oraciones no pueden ser verdaderas ni falsas. Pero hay otro tipo de oraciones
(por ejemplo: «El Sol es una esfera de fuego») que pueden ser verdaderas o
falsas. A este tipo de significados que pueden ser verdaderos o falsos los
estoicos les llaman axiomata, expresión que también vamos a traducir
por proposiciones, las cuales pueden ser simples, o compuestas.
Pues
bien, mientras en la teoría silogística aristotélica, las relaciones se
establecen entre determinaciones («hombres», «animales», «seres vivos»), la
lógica estoica toma las proposiciones como un todo (como va a hacer la lógica
proposicional moderna), y trata de lo que se puede inferir a partir de las
relaciones entre las proposiciones tomadas como un todo, es decir, entre hechos.
«Los
hombres son animales» expresa un hecho, y a los estoicos les interesa, por
ejemplo, la relación que puede establecerse entre ese hecho y otro tal como
«Los animales son seres vivos».
Con
respecto a esto, desarrollaron lo que la lógica moderna llamará conectores,
que establecen cuatro posibles relaciones entre proposiciones (hechos)
simples: la negación (NO María es poetisa); la conjunción (María
es poetisa Y Sara es hermana de Julio); la disyunción exclusiva (O
María es poetisa, O es una amazona); y la implicación (SI sale el Sol,
ENTONCES es de día).
A
partir del valor de verdad de estos conectores Crisipo establece cinco
formas simples de argumentación a partir de las cuales pueden deducirse todas
las demás.
Estas
cinco formas simples de argumentación son las siguientes:
1. Si lo primero, lo segundo.
Lo primero.
Luego, lo segundo.
2. Si lo primero, lo segundo.
No lo segundo.
Luego,
no lo primero.
3. No a la vez lo primero y lo segundo.
Lo primero.
Luego, no lo segundo.
4. O lo primero, o lo segundo.
Lo primero.
Luego, no lo segundo.
5. O lo primero, o lo segundo.
No lo primero.
Luego, lo segundo
El
siguiente ejemplo, correspondiente a la cuarta forma de argumentación, nos aclarará
cómo han de entenderse:
O
voy a casa de Crisipo, o voy a casa de Zenón.
Voy
a casa de Crisipo.
Luego,
no voy a casa de Zenón.
Nótese
que aquí la conclusión se extrae a partir de las relaciones entre los hechos
(entre las proposiciones simples), y no a partir de las relaciones entre las
determinaciones como en la lógica aristotélica.
La
teoría de lektón establece otra distinción con respecto a la
lógica aristotélica. Para Aristóteles no hay entidades puramente lógicas, al
margen de lo real (las categorías, al menos, no lo son); pero los estoicos
hablan de cosas (lektón), que pueden tener un uso lógico, al margen de
la realidad (de lo corporal).
&6
Otro
objetivo de la lógica estoica es encontrar un criterio para decidir qué proposiciones
son verdaderas, y cuáles no. La verdad es entendida ahora como concordancia
entre dos hechos: entre ciertos hechos que se producen en la mente del
individuo (que llaman phantasiai = imágenes, representaciones), y
ciertos hechos que se producen en el mundo.
Recordemos
que según la física estoica los hechos del mundo se suceden de una manera determinista,
todo sigue un proceso necesario; por esta razón el criterio de verdad viene
dado de dos formas:
(1) Estableciendo
cómo se pueden inferir unos hechos a partir de otros. Esto nos lo muestran las
reglas de inferencia lógica, que muestran la conexión necesaria entre hechos.
Siempre que se respeten las cinco formas de argumentación simples y se parta de
premisas verdaderas la conclusión tendrá que ser verdadera. Este será, por
ello, un criterio para determinar la verdad de una proposición
(2) Pero
no toda verdad puede obtenerse por este procedimiento. Podemos partir de unas
proposiciones verdaderas y de ahí obtener otras siguiendo un proceso necesario,
que, por ello, también serán verdaderas, pero ¿cómo sabemos que las primeras
son verdaderas?
Aún
en el caso de que pudieran ser derivadas de otras, no podemos repetir hasta el
infinito este procedimiento, en algún momento será necesario poner en conexión
los hechos mentales y los hechos del mundo. ¿Cómo sabremos que esa conexión es
correcta? Es decir, ¿cómo sabremos que un hecho mental expresa un hecho del
mundo y por lo tanto es verdadero?
Los
estoicos usan una expresión confusa para indicar cuando una representación, una
imagen, es verdadera (se refiere a los hechos del mundo): una representación verdadera
es una representación kataléptica, palabra que significa
captar, coger, apoderarse de. Con esto parece que quieren dar a entender que
una representación es verdadera cuando capta un hecho de un modo obvio e
indudable. (A partir de esta expresión surgirá posteriormente el término
«concepto» que tanto uso llegará a tener en filosofía).
&7
El
principio fundamental de la ética
estoica es que el bien consiste en vivir de acuerdo con la naturaleza (a
ellos se debe el concepto de ley natural). Ello significa vivir de
acuerdo con el Logos (con la Razón).
En
el mundo todo sucede de modo necesario por lo que la libertad, entendida como azar o como espontaneidad, no existe. La
libertad no es sino darse cuenta de que todo sucede según la necesidad y
aceptarlo.
Con
los estoicos surge la idea, desarrollada posteriormente por otros pensadores
(Hobbes, Spinoza) de que libertad y necesidad se identifican. Pero la pasión (pathos
= padecer, ser afectado) destruye la libertad humana (que es siempre una
libertad interior, cuyo objeto final es la adecuación a las leyes de la
naturaleza).
El
«sabio», es aquel que ha conseguido vencer sus pasiones y alcanzar el autodominio,
la apatheia (impasibilidad), o ataraxia
(imperturbabilidad).
Las pasiones que perturban la razón son,
según Crisipo, fundamentalmente de cuatro tipos: (1) El temor ante un mal
futuro. (2) El placer ante un bien presente. (3) El dolor ante un mal presente.
(4) El deseo ante un bien futuro.
Estas
pasiones nacen de un mal juicio, del desconocimiento de que todo es y será como
tiene que ser. Por eso debemos potenciar el conocimiento que nos ayuda a vencer
las pasiones y asumir lo necesario (de donde: la física y la lógica se
subordinan a la ética).
Ahora
bien, hemos dicho que todo sucede de acuerdo con la necesidad. ¿Qué diferencia hay, entonces, entre el sabio que acepta
el destino y el necio que es víctima de sus pasiones si, de todas formas,
todo va a suceder de acuerdo con el destino?
La diferencia
estriba en que el necio, que se deja vencer por las pasiones, acabará haciendo
lo que está establecido pero será arrastrado por el destino (como una animal de la correa), y sufrirá por ello.
Mientras que el sabio, conoce lo necesario y lo asume, y esta asunción le
procura ese estado de ánimo impasible en el que consiste la felicidad.
Que
la impasibilidad sea el objetivo a conseguir no implica que el sabio deba permanecer
alejado de los problemas de mundo. Al contrario, puesto que según la concepción
estoica del mundo todos los hombres participan de la misma Alma del mundo, de la misma ley que rige el mundo, se han asentado
las bases para sostener un sentido universalista de lo humano. La estoa
es la primera escuela que elabora una especie de derecho natural que defiende
una concepción universalista de la
ley, y la solidaridad entre todos
los hombres (sean libres o esclavos, varones o mujeres, griegos o bárbaros,
niños o adultos).
6. La ciencia en el mundo helenístico
&1
Si
bien el pensamiento filosófico helenístico sufrió un empobrecimiento con
respecto al gran pensamiento de la Grecia antigua y clásica, algunas ciencias,
por el contrario, avanzaron extraordinariamente durante este periodo.
Destacan
las aportaciones a las matemáticas
de Euclides. El extraordinario desarrollo
de la astronomía, debido a
científicos de la talla de Aristarco de
Samos, Hiparco y Claudio Ptolomeo. Las aportaciones a la
mecánica y la ingeniería de Arquímedes.
El desarrollo de la medicina con Herófilo y Erasístrato. Y de la geografía con Eratóstenes.
&2
Euclides
vivió entre el 330 y el 275 a. C. Su obra más
conocida son los Elementos. Se trata de una recopilación y exposición
sistemática de todo el conocimiento matemático antiguo siguiendo un método
deductivo. Los teoremas son desarrollados a partir de los axiomas, hipótesis
y definiciones, de un modo similar al que había propuesto Aristóteles
como ideal científico.
Al
frente de la exposición aparece una lista de axiomas o nociones comunes,
otra de postulados o hipótesis, y otra de definiciones:
Los axiomas
o nociones comunes: son principios indemostrables propios de varias
ciencias (y por lo tanto, no exclusivos de la geometría). Y son: (1) Cosas iguales
a una misma cosa son iguales entre sí. (2) Si a cosas iguales se añaden otras
iguales, los totales son iguales. (3) Si de cosas iguales se quitan otras
iguales, las restantes son iguales. (4) Cosas que coinciden entre sí son
iguales entre sí. (5) El todo es mayor que la parte.
Los postulados
o hipótesis: postulan la posibilidad de las operaciones nombradas, o, lo
que es lo mismo, que las figuras que resulten de esas operaciones existen. Son:
(1) Trazar una línea recta desde cualquier punto a cualquier otro punto. (2)
Prolongar en línea recta cualquier segmento rectilíneo. (3) Describir un
círculo con cualquier centro y radio. (4) Todos los ángulos rectos son iguales
entre sí. (5) Si una recta, al cortar dos rectas, produce ángulos internos del
mismo lado menores que dos rectos, entonces esas dos rectas, prolongados
indefinidamente, se encontrarán por el lado en que los ángulos internos sean
menores que dos rectos. (Esto es tanto como decir que si los ángulos
internos son rectos las dos rectas en cuestión no se encuentran. De donde se
deduce también que «por un punto exterior a una recta sólo se podrá trazar una
paralela a dicha recta».)
Las definiciones:
son numerosas (exactamente 132), y son del tipo: (1) Punto es lo que carece de
partes. (2) Línea es longitud sin anchura. (3) Los extremos de una línea son
puntos. (4) Una línea recta es la que yace por igual respecto de los puntos que
están en ella. (5) Etcétera.
A
partir de aquí cada libro de los Elementos está constituido por
proposiciones de dos tipos, unas son teoremas, y otras, problemas.
En cuanto a los teoremas se trata de saber si son o no verdaderos. En el caso
de los problemas se trata de resolverlos. Tanto la verdad de los teoremas como
la resolución de los problemas se obtiene deductivamente a partir de los
principios ‑axiomas, postulados y definiciones‑.
Ya
desde antiguo se cuestionó la diferencia entre axiomas y postulados, dado que
su separación es problemática.
&3
Aristarco
de Samos vive entre el 310 y el 230 a. C. La única obra
de él que se conserva es Sobre los tamaños y las distancias del Sol y la Luna.
Fue precursor del estudio de las razones
trigonométricas y fundó un sistema heliocéntrico de astronomía,
según el cual, el Sol y la esfera de las estrellas fijas están quietos, los planetas
y la Tierra giran alrededor del Sol y la Tierra lo hace además alrededor de su
propio eje.
Los
cálculos matemáticos desarrollados para sostener esta tesis son, sin embargo,
muy imprecisos, lo que facilitó que su teoría fuera arrinconada por la
geocéntrica de Hiparco y Claudio Ptolomeo (hasta el siglo XVI en que Copérnico
la resucita).
El
problema fundamental es que si la Tierra gira en torno al Sol deberían
observarse dos cosas: (1) Que un determinado grupo de estrellas deberían aparecer
como más o menos brillantes según la posición de la Tierra. (2) La posición de
las estrellas (lo que hoy se denomina paralaje)
con respecto a un observador terrestre debería variar al desplazarse la Tierra
por el cielo.
Pero
no se observaba ninguna de estas dos cosas.
La
conclusión que había que sacar de estas observaciones era la de que, o bien las
estrellas estaban a una distancia inmensa, muy superior a la que creían los
científicos de la época (con lo cual la diferencia de brillo o paralaje al
acercarse o alejarse la Tierra de una estrella sería tan pequeña que no se podría
percibir) o que la Tierra no giraba en torno al Sol. Hiparco y Ptolomeo optaron
por esta segunda posibilidad que ya tenía una larga tradición.
&4
Las principales aportaciones a la mecánica y la ingeniería
se deben a Arquímedes. Arquímedes vive entre el 287 y 212
a. C. Escribió numerosas obras cuyo tema es la geometría o la mecánica. Entre
ellas: El método, Sobre la medida del círculo, Sobre el equilibrio de los
planos, y Sobre los cuerpos flotantes.
Durante la segunda guerra púnica participó en
la defensa de Siracusa contra los romanos, a los que, según se dice, mantuvo en
jaque con sus máquinas que lanzaban piedras e incendiaban sus naves a
distancia.
Fue el primer griego en aplicar la matemática
a la mecánica, donde hizo grandes
descubrimientos. Se le atribuye la invención del tornillo sin fin, de las ruedas
dentadas, de la polea móvil, etcétera.
Desarrolló la ley de la palanca (suya
es la célebre frase: «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo».
Es el fundador de la estática
(desarrolló la idea de que el peso de un cuerpo puede entenderse como operando
en un solo punto que es su centro de gravedad) y de la hidrostática.
&5
Hiparco vivió
en el siglo II a. C. Introdujo en Grecia la división del círculo en 360 grados,
divisibles en 60 minutos, divisibles a su vez en 60 segundos, sistema que empleaban
los babilonios.
Se
le atribuye ‑aunque existen dudas‑ el desarrollo de la primera tabla trigonométrica.
También
llevó a cabo un catálogo de estrellas,
estableciendo su posición y una magnitud correspondiente a su grado de
luminosidad (dicho catálogo incluía hasta un total de 800 estrellas).
Se
le atribuye igualmente el descubrimiento de la precesión de los equinoccios:
el eje de rotación de la Tierra no es paralelo ni coincide con el de la eclíptica
(se llama eclíptica al círculo máximo que describe el Sol, en su movimiento
aparente en torno a la Tierra, o el círculo máximo que describe la Tierra en su
movimiento anual en torno al Sol), sino que gira oblicuamente en torno suyo. A
este movimiento del eje de la Tierra, similar al que realizaría el eje de una
peonza que girase oblicuamente, se le denomina precesión. Como consecuencia de la precesión el equinoccio de primavera (o punto
vernal) se adelanta de año en año.
Pero
quizás lo fundamental de su trabajo sean una serie de observaciones que le
permitieron descubrir la excentricidad
de la órbita aparente del Sol y las irregularidades en el movimiento de la
Luna. Ambas observaciones invalidaban, al menos en parte, la cosmología aristotélica,
por lo que intentó corregirlo con un sistema de órbitas excéntricas y epiciclos.
Sus obras se han perdido pero fueron recogidas en lo esencial por Ptolomeo, que
elaboró a partir de ahí su sistema cosmológico.
&6
La
medicina antigua tiene como cultivadores más destacados a Hipócrates de Cos, considerado el padre de la medicina, y cuya vida
transcurre entre el 460 y el 370 a. C., y Galeno
de Pérgamo, que vive entre el 170 y el 216, y desarrolla su labor en
Pérgamo, Esmirna, Corinto, Alejandría y Roma.
En
la época que estamos considerando, la época helenística, destacaron Herófilo de Calcedonia y Erasístrato de Ceos.
Ambos
llevaron a cabo sus investigaciones en el Museo
de Alejandría. Para ello contaron, entre otras cosas, con el permiso de
Ptolomeo Filadelfo para diseccionar cadáveres, lo que estuvo, generalmente,
prohibido en el mundo antiguo.
Herófilo vivió entre el 335 y el
280 a. C. Se le atribuyen nueve tratados de anatomía de los que no se ha
conservado ninguno.
Herófilo
demostró que el órgano que dirige el cuerpo y que es la fuente de la inteligencia
es el cerebro, frente a las tesis
aristotélicas que daban preeminencia al corazón.
A él
se debe la distinción ente nervios
sensitivos y nervios motores. Y
descubrió también la relación entre las pulsaciones
y los movimientos del corazón, y la importancia de aquellas para establecer
diagnósticos.
Erasístrato vivió entre el 304 y el
250 a. C. Practicó, al igual que Herófilo, disecciones sobre cuerpos humanos
que le permitieron descubrir diferentes estructuras en el cerebro, tales como
los hemisferios y el cerebelo.
También
descubrió la diferencia entre arterias
y venas, aunque sostuvo que las
primeras transportaban aire y la segundas sangre.
&7
Eratóstenes vivió entre el 276 y el
194 a. C. En el 236 a. C. Ptolomeo III le encargó la dirección de la Biblioteca de Alejandría.
Destacó
como geógrafo. A él se debe el
primer mapamundi desarrollado con meridianos y paralelos.
También
fue el primero en calcular con bastante precisión el tamaño de la Tierra. Conociendo que determinado día (el solsticio
de verano) el Sol proyectaba, al mediodía, una luz completamente perpendicular
en Siena (actual Asuán, en Egipto), y conociendo la distancia de Siena a
Alejandría, midió el grado de inclinación de la sombra proyectada por el Sol, al
mediodía del mismo día, en Alejandría. A partir de estos datos consiguió
calcular la medida de la circunferencia terrestre (con un error que oscila
entre un 15 % y un 1% según se interprete que la unidad de medida que empleaba
era el estadio ático o el estadio egipcio).
Bibliografía
-Abbagnano, Nicola: Historia
de la filosofía. SARPE, S. A. Barcelona, 1988.
-Arquímedes: El
método. Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1986.
-Copleston, Frederick: Historia de la filosofía. Ariel. Barcelona, 1989.
-Epicuro: Obras
completas. Ediciones Cátedra, S. A. Madrid, 1999.
-García
Gual, Carlos, e Imaz,
María Jesús: La filosofía helenística: Éticas y sistemas. Cincel, Madrid 1989.
-Giovanni,
Reale, y Antiseri, Dario: Historia del
pensamiento filosófico y científico. Vol. I: Antigüedad y Edad Media.
Editorial Herder, S. A. Barcelona, 1988.
-Laercio, Diógenes: Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. En:
https://biblioteca.org.ar/libros/156933.pdf
-Long,
Anthony A.: La filosofía helenística. Alianza
Editorial, S. A. Madrid, l987.
-Martínez Marzoa, Felipe: Historia de la filosofía. Istmo. Madrid, 1980.
-Mosterín, Jesús: Historia
de la filosofía. 5. El pensamiento clásico tardío. Alianza Editorial, S. A. Madrid, l985.
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