1. ¿Quién es Descartes?
Descartes es
un matemático, físico, y filósofo francés, cuya vida transcurre en la
primera mitad del siglo XVII, claramente influido por la Revolución científica del Renacimiento y, en especial, por la
concepción de la ciencia que nace con Galileo.
Como
matemático crea la geometría analítica. Para ello comienza
por clasificar a las curvas en «geométricas» y «mecánicas», centrándose en el
análisis de las primeras. Después desarrolla un sistema de representación gráfica de la curva
(y en general de cualquier punto en el espacio): todo punto vendría definido
por los valores de dos ejes «x» e «y», siendo estos los ejes que acotan una superficie
(ejes de coordenadas cartesianas). Una curva vendría definida por
una ecuación tal que establece una relación entre las cantidades de «x» y las
de «y», válida exclusivamente para cualquier punto de la curva en cuestión.
Una vez hecho esto se puede operar algebraicamente
con las ecuaciones de las curvas, en lugar de hacerlo geométricamente con
las curvas. Con esto se pone en marcha un proceso que debería llevar a la traducción
de cualquier elemento geométrico
a términos aritméticos.
Como
físico pone las bases de la cinemática, enuncia por vez primera el principio de inercia (que aparece solo
esbozado en Galileo), la ley de conservación
de la cantidad de movimiento, y defiende una teoría corpuscular de la luz.
Como
filósofo es el fundador del racionalismo, con el que hace su
aparición la filosofía moderna (que
se escindirá en dos grandes corrientes: racionalismo
y empirismo, fusionadas finalmente,
en el criticismo kantiano).
El racionalismo es denominado así porque sus
defensores (a Descartes le sucederán
Malebranche, Pascal, Spinoza y Leibniz) consideran que la razón es la única fuente válida de
conocimiento. Esto diferencia a los filósofos racionalistas de los medievales, que se atenían también a
la fe, la tradición y la autoridad,
y de los empiristas, que consideran
que la razón ha de trabajar siempre con los datos de experiencia.
La filosofía moderna viene caracterizada
por sostener que solo conocemos la realidad a través de nuestras representaciones mentales, denominadas ideas, entre las cuales hay algunas
evidentes, esto es, ciertas, que se
convierten por ello en el criterio de verdad.
2. Vida y obras de Descartes
René
Descartes nace en la comuna de La Haye en Touraine (actualmente denominada Descartes en su honor), en la zona de Turena (Francia), en 1596. Era hijo de Joachim Descartes consejero en el Parlamento de Bretaña y Jeanne Brochard, ambos pertenecientes a
la baja nobleza. A los pocos meses fallece su madre, quedando al cuidado de su
abuela materna y una nodriza.
Con diez años se le envía
con los jesuitas de «La Flèche». Allí estudia gramática, humanidades, retórica,
filosofía, teología y matemáticas.
Posteriormente estudió
leyes en la Universidad de Poitiers.
Tras graduarse, con veinte años, se enrola en el ejército de Maurice de Nassau, para estudiar en «el
gran libro del mundo», con el que viaja por Holanda, Dinamarca y Alemania.
Entretanto, en 1597 Francisco Suárez había publicado las Disputaciones Metafísicas; en 1601, el
filósofo escéptico Pierre Charrón
había publicado De la sabiduría; en
1609 Kepler había publicado Astronomía nueva; y en 1610 Galileo su Mensajero Sideral; obras todas que tendrán una influencia
importante en la formación de Descartes.
En el año 1618 comienza
la Guerra de los Treinta Años. Al año siguiente Descartes se enrola en el
ejército católico del Duque de Baviera.
Este mismo año Kepler publica Sobre la armonía del mundo.
Al año siguiente, en
1620, Descartes deja el ejército y se dedica a viajar por Francia, Alemania,
Suiza e Italia. Francis Bacon publica su Novum Organum.
En 1623 Galileo publica Il Saggiatore (El ensayador).
Este mismo año nace Blaise Pascal.
En 1625 Descartes se
instala en París. En el 1626 muere Francis Bacon, y al año siguiente, en
1627, se publica su obra Nueva Atlántida
y nace Robert Boyle.
En
1628 Descartes escribe sus Reglas para la
dirección del entendimiento, una de sus obras fundamentales, aunque quedó
inconclusa. En ella lleva a cabo un desarrollo del método mediante la exposición de las reglas que lo constituyen
(llega a enumerar un total de veintiuna) y el modo y condiciones en que han
de ser aplicadas.
Al año siguiente se instala
en Holanda, donde creía encontrar
mayor libertad de pensamiento. Ese mismo año, en 1629, nace Huygens.
El año siguiente, 1630,
está lleno de acontecimientos trascendentales para la historia del pensamiento:
nacen John Locke, el fundador del
empirismo subjetivista, y Baruch Spinoza; y Galileo publica Diálogo sobre
los dos máximos sistemas del mundo.
En
el año 1633 Galileo es condenado
(aparentemente por rechazar que el Sol gire en torno a la Tierra). Descartes estaba preparando un Tratado
del mundo, en el que defiende tesis copernicanas, pero al enterarse de la
condena de Galileo desiste de publicarlo y se pierde como tal obra. Tres años
más tarde publica tres ensayos (al parecer elaborados con material del Tratado)
bajo los títulos Dióptrica, Meteoros, y Geometría, acompañados
de una especie de prólogo titulado Discurso del método. El
Discurso es una biografía intelectual en la que da cuenta del hallazgo de
las reglas del método (que aquí
aparecen reducidas a cuatro), el empleo de unas reglas de moral «provisional», los fundamentos de
la metafísica, y se describe a los
seres vivos en términos mecánicos.
En
el año 1638 nace Malebranche, y Galileo publica Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias.
En
1640 Pascal, que entonces tiene
dieciséis años, publica Ensayo sobre las cónicas. Al año siguiente Descartes publica sus Meditaciones metafísicas, otra de sus
obras fundamentales. Trata nuevamente del método y desarrolla la duda
metódica que le lleva a establecer los primeros principios del conocimiento.
1642 es otro año lleno de
acontecimientos. Mueren Galileo y el
cardenal Richelieu, nace Isaac Newton, Hobbes publica De cive, Pascal desarrolla una máquina de calcular,
y comienza la guerra civil en
Inglaterra. En 1643 Torricelli
demuestra que el aire pesa, e inventa el barómetro.
En
1644 Descartes publica Principios
de filosofía, dedicada a la
princesa Isabel de Bohemia; en esta
obra trata de los principios del conocimiento y de los principios de
las cosas materiales. Ese mismo año Gassendi
publica sus Disquisiciones metafísicas,
y Mersenne sus Pensamientos físico-matemáticos.
En
1645 termina la primera guerra civil
inglesa. Al año siguiente nace Leibniz.
En
1647 mueren Torricelli y Uriel da Costa (se suicida). Descartes visita a Pascal en París. Es acusado de pelagianismo.
Nace Pierre Bayle, uno de los padres
del movimiento ilustrado.
En
1648 se firma la Paz de Westfalia,
que marcará de modo decisivo el devenir de Europa (entre otras cosas supuso el
fin de la hegemonía española). Comienza la segunda
guerra civil inglesa.
En
1649 Descartes publica Las
pasiones del alma, donde
intenta explicar la relación del alma
y el cuerpo. Distingue las acciones, dependientes de la
voluntad, y las pasiones (percepciones,
sentimientos o emociones), que son involuntarias y causadas por los
espíritus vitales. Invitado por la reina Cristina
de Suecia viaja a Estocolmo,
donde muere, en 1650, de una pulmonía.
3. Antecedentes del pensamiento cartesiano
Recordemos que Tomás de Aquino construye un sistema
filosófico cristiano -a partir de su asimilación e interpretación de la
filosofía aristotélica, aunque
recoge también otras influencias-, que se convertirá en el sistema de
pensamiento dominante en las Escuelas y Universidades de la Baja Edad Media.
Un elemento esencial del
sistema tomista es la defensa de una teología
racional, que trataría de aquellas verdades acerca de Dios que pueden ser
descubiertas por la razón. Dios crearía
el mundo tomando como modelo las «ideas»
que configuran su propia mente («ideas ejemplares»). Para explicar ese mundo
creado por Dios Tomás echa mano de la física
aristotélica (sustancias compuestas de materia primera y forma sustancial,
movimiento concebido como paso de ser en potencia a ser en acto, etcétera).
También asume, en gran medida,
la teoría del conocimiento aristotélica: conocer es conocer lo universal, a ese conocimiento llega el
entendimiento por un proceso de abstracción
(frente a la noesis platónica y la iluminación
agustiniana), etcétera.
Pero, en el siglo XIV, Ockham niega la posibilidad de la
teología racional. De Dios no podemos conocer ni su esencia ni su existencia
a través de la razón. Ockham niega igualmente, la existencia de universales fuera del alma: (1) Niega
la existencia de universales en la mente de Dios -ideas ejemplares- porque eso llevaría a negar su omnipotencia. (2)
Ateniéndose al principio de economía,
niega que existan universales en la naturaleza porque tales universales son
innecesarios, Dios crea directamente los individuos.
El conocimiento comienza siendo conocimiento de esos individuos, captados en una intuición empírica. Pero, ante la presencia
de ciertos grupos de individuos, el alma tiene la capacidad de generar conceptos de manera espontánea. Con
tales conceptos, que constituyen el único tipo de realidades universales, trabaja la ciencia.
En el Renacimiento Nicolás de Cusa asumirá algunos de los
postulados del nominalismo, tales
como que no existen universales
fuera de la mente, que el alma genera espontáneamente conceptos (que, para Cusa, serán conceptos matemáticos) y que no
podemos acceder al conocimiento de Dios a través de la razón (Dios, por ser
infinito, es incognoscible por principio).
No obstante, Cusa sostiene,
siguiendo la tradición cristiano-medieval, que Dios es el principio y fundamento de todo conocimiento. Pero si el fundamento del conocimiento reside en Dios,
y Dios no puede ser conocido, el conocimiento queda sin fundamentación posible.
A este conocimiento de la imposibilidad de fundamentar el conocimiento le
denomina docta ignorancia.
Ese cuestionamiento de la
ontología y la epistemología escolástica favorece por un lado la aparición de
una potente corriente escéptica, con
pensadores de la talla de Michel de
Montaigne, Pierre Charron, Francisco Sánchez y Uriel da Costa.
Pero la independencia de la razón con respecto a la teología, la
apelación a la experiencia para
obtener conocimiento (apelación que estaba ya en el tomismo), y la concepción
del entendimiento como la capacidad espontánea de generar conceptos matemáticos, preparan, al mismo tiempo, el terreno para la
aparición de la nueva ciencia, que
se consolida con la obra de Galileo.
Con Galileo se abandona el modelo geocéntrico y geoestático del cosmos,
la teoría de los lugares naturales, la concepción del movimiento como paso de
ser en potencia a ser en acto, etcétera. Para explicar los fenómenos no se
buscan sus causas, lo que nos remitiría a una causa primera acaso
incognoscible, sino que se buscan las leyes
que rigen ese fenómeno. Leyes que han de tener una estructura matemática, y que por lo tanto han de
ser construidas primero en el entendimiento
y luego sometidas a su validación experimental.
4.
La fundamentación de la ciencia y de la filosofía
&1
Descartes vive en el siglo
XVII, justo cuando la Revolución
científica ha liquidado la cosmovisión aristotélico-escolástica y ha puesto
en marcha una nueva manera de entender el mundo.
Descartes es heredero de esta
Revolución científica. Es, él mismo, un científico notable que contribuye al
desarrollo de ese nuevo paradigma científico
que se está desarrollando y que será conocido posteriormente como mecánica clásica.
Pero Descartes no se limita a
hacer aportaciones a la nueva ciencia, sino que somete a análisis lo que los
científicos están haciendo, reflexiona sobre su propia labor como científico,
trata de aclarar en qué consiste conocer, y dar una fundamentación al
conocimiento. Pues podría suceder que acabe pasando con la nueva ciencia lo
mismo que con la ciencia aristotélica y escolástica, y que lo que parece seguro
acabe siendo liquidado pasado un tiempo.
De hecho, a finales del siglo
XVI y principios del XVII se desarrolla una potente corriente escéptica (Montaigne, Charron; Sánchez,
Uriel da Costa) que niega la validez de todo conocimiento, la imposibilidad de
dar un fundamento al conocimiento.
Esa reflexión sobre la ciencia y su intento de darle un fundamento
al conocimiento científico en particular y al conocimiento en general,
superando el escepticismo, le llevan
a concluir que:
(1) Conocimiento es certeza
(o, lo que viene a ser lo mismo, verdad
es certeza): solo cuando estamos
ante un saber seguro e indudable -esto es, cierto, evidente-, hay, propiamente
hablando, conocimiento.
(2) La certeza se garantiza
cuando el entendimiento sigue sus
propias reglas. Tradicionalmente,
desde Aristóteles, se viene entendiendo la verdad como adecuación (hay verdad cuando lo pensado coincide -se adecúa,
concuerda- con la realidad). Pero Descartes considera que la verdad es ante
todo adecuación del entendimiento a sus propias reglas. Cuando esto sucede el
pensamiento es indudable, cierto. (Por ejemplo, cuando concluimos
que «dos más dos es cuatro», o que «los ángulos de un triángulo suman 180º»).
(3) Pero prescindir de los
datos de los sentidos y seguir las reglas del entendimiento es lo que hacen las
matemáticas (la geometría y la analítica). Analizando el funcionamiento de las ciencias matemáticas Descartes descubre
tras ellas un modo de operar que puede ser generalizado y aplicado a otras
ciencias. A este modo de operar le llama mathesis universalis, y lo define
como «la ciencia general del orden y la medida».
(4) A esta mathesis
universalis la identifica con la razón.
Es, más que un saber, un lenguaje universal,
único para todas las ciencias y todos los seres humanos. Una vez desarrollado y
aplicado este lenguaje universal, todas las ciencias se pueden estructurar en
una unidad orgánica. En la base
estaría la metafísica, sobre esta se desarrollaría la física,
y a partir de esta la medicina, la mecánica y la ética.
&2
El modo de proceder de la mathesis universalis puede descomponerse
en cuatro reglas básicas, que Descartes denomina las reglas del método.
Estas son las siguientes:
(1) Evidencia:
consiste en no admitir nada como verdadero que no se conozca como evidente,
esto es, sin posibilidad de duda. Descartes sostiene que la evidencia va
siempre acompañada de dos rasgos: claridad
y distinción. Que una idea sea clara quiere decir que está presente
ante la mente, que sea distinta
quiere de decir que está perfectamente determinada,
delimitada, que no se confunde con ninguna otra.
El
acto por el que la mente llega a la evidencia se llama intuición. Intuición es la aprehensión inmediata de algo. Esta
intuición puede ser sensible o intelectual. Puesto que, para Descartes,
lo sensible es siempre confuso, se quedará únicamente con una intuición de
tipo intelectual (que nos pondrá ante una idea simple).
En
el caso de la fundamentación de la filosofía, para llegar a una primera verdad
que cumpla este requisito, se llevará a cabo un proceso que se conoce con el
nombre de «duda metódica».
(2) Análisis:
consiste en dividir lo complejo en
sus partes simples, con el objeto de
percibirlas clara y distintamente (es decir, en una
intuición pura). Así, por ejemplo, los datos de la experiencia suelen ser
confusos. La física debe, en tal caso, descomponer esto confuso en partes simples
tales como triángulos, puntos, líneas etcétera. (Recordemos el método hipotético
deductivo de resolución y composición de Galileo).
(3) Síntesis:
consiste en una reconstrucción deductiva
del saber a partir de los elementos simples conocidos por intuición.
Recordemos que para Aristóteles y la escolástica medieval la deducción consistía
en el silogismo. Descartes cree que el silogismo no es un tipo de
razonamiento adecuado para descubrir nuevas verdades, ya que, una vez conocida
la proposición más general, sacar de ahí una de menor generalidad no añade nada
nuevo al conocimiento. Para Descartes la
deducción consiste en construir un saber complejo a partir de los elementos simples obtenidos por intuición.
(Así, a partir de la intuición simple de triángulo, podemos ir elaborando un
sistema de saber más complejo en el que descubrimos que la suma de sus ángulos
mide 180º, que si es rectángulo la suma de los cuadrados de los catetos es
igual al cuadrado de la hipotenusa, etcétera).
(4) Enumeración:
consiste en revisar todo el proceso
para estar seguros de que a lo largo de la deducción no omitimos ningún paso, y
que cada paso es también claro y distinto.
&3
Una
vez descritos los pasos del método que están implícitos en el desarrollo de las
matemáticas, Descartes los va a aplicar a otros saberes, empezando por el
saber supremo, aquel del que dependen los principios últimos de la realidad y
el conocimiento: la metafísica.
A
este respecto debemos recordar que la metafísica viene siendo entendida como el
saber que trata del ser y de los primeros principios y causas de las cosas (del movimiento
para Aristóteles).
Pero
Descartes sostendrá que solo podemos conocer la realidad a partir de las ideas
construidas por el entendimiento. Por eso se puede decir que el ser de las
cosas, y los principios de las cosas, coinciden con los establecidos en el
entendimiento. De modo que la metafísica
coincide con la epistemología.
Aclarado
esto trataremos de aplicar las reglas
del método a la metafísica.
En
primer lugar tendremos que encontrar una evidencia
(primera regla). Pero dado que la metafísica (tal como la entiende Descartes)
trata del fundamento de todo saber, de los primeros principios del
conocimiento, habrá que buscar una evidencia
absoluta, una certeza absoluta.
¿Y
qué es una certeza absoluta? Pues aquella de la que no se pueda dudar bajo
ninguna circunstancia.
Para
encontrar tal certeza Descartes va a seguir el siguiente proceso: someterá todo
conocimiento, toda supuesta verdad, a un proceso
sistemático de duda hasta encontrar, si es que se encuentra, algo de lo que
sea imposible dudar.
No
se trata, por lo tanto, de una duda psicológica,
una duda que le asalte al individuo Descartes, sino metódica. Si, pese a todos nuestros intentos de cuestionar nuestros
conocimientos, encontramos algo de lo que sea imposible dudar, algo que sea de suyo indudable, esa será la certeza absoluta que andamos buscando.
La
duda metódica viene a ser algo así como el escepticismo
convertido en método, es una radicalización del escepticismo que llevará a su
propia anulación: al descubrimiento de una certeza absoluta, a la instalación
en la verdad.
Y
esto es lo que va a hacer Descartes a través de los pasos siguientes:
(1) Duda
de los sentidos. Los datos de los sentidos son oscuros y confusos, dado
que tratan de lo complejo. Y solo en
una intuición intelectual que nos permita captar naturalezas simples puede haber certeza. La propia experiencia nos muestra como los sentidos nos
engañan con frecuencia. Así, por ejemplo, basta con meter la punta de un
bastón recto en un cubo de agua y enseguida lo veremos torcido. Pues bien,
dado que los datos de los sentidos nos engañan a veces, prescindiremos de
ellos, no sirven para alcanzar la certeza que andamos buscando.
(2) Duda
de la realidad. Aunque los sentidos nos den datos falsos acerca de las cosas
podemos seguir considerando, pese a todo, que estas son reales, existen. Pero
Descartes sostiene que también es fácil dudar de la realidad de las cosas; a
fin de cuentas, todos hemos tenido alguna vez sueños vividos tan intensamente que nos parecen algo real, y
podemos plantearnos si toda nuestra vida no será un prolongado sueño de gran
intensidad. (Si Descartes viviese en nuestros días podría plantear otras
posibilidades, como por ejemplo, que estemos viviendo en el universo de Matrix).
(3) Duda
del entendimiento. Ahora bien, incluso en los sueños hay cosas que se nos
muestran como ciertas siempre. Así, por ejemplo, es imposible por mucho que forcemos
la imaginación, concebir un triángulo con dos ángulos rectos, o un círculo
cuadrado. De donde podemos concluir que las verdades del entendimiento, las verdades que nos dan las matemáticas, resisten este proceso de duda.
Parece,
pues, que hemos encontrado esa certeza absoluta que estábamos buscando. Pero
Descartes encuentra un modo de seguir ejerciendo la duda: imaginemos, dice, un genio maligno muy poderoso, que engaña
mi mente aún en los casos en que creo estar absolutamente cierto de algo.
Lo
que quiere decir con esta hipótesis es lo siguiente: ciertamente no puedo dudar
de las certezas matemáticas porque mi entendimiento está hecho así. Pero ¿y si
mi entendimiento estuviese mal hecho? En este caso mis certezas matemáticas no
servirían para describir la realidad externa, no serían más que un juego
mental.
&4
Con
lo dicho hemos llevado la duda a sus extremos. Hemos dudado de los datos que
nos proporcionan los sentidos, de la realidad misma, y hasta de la validez del
entendimiento para explicar la realidad. No queda lugar alguno en que ejercer
la duda.
La
cuestión ahora es si hay la posibilidad de encontrar algo que, pese a todo, sea
indudable; alguna certeza que resista todo el proceso de la duda.
Pues
bien, a lo largo de todo este proceso sí que hay algo que permanece indudable,
a saber, que dudo. Puedo dudar de cualquier cosa, pero precisamente por
ello me será imposible dudar de que dudo (pues si dudo de que dudo sigo dudando).
La duda ha encontrado un límite. No se puede ir más allá. Que dudo es una
evidencia absoluta.
Puesto
que dudar es una forma de pensar (en
terminología de Descartes, dudar es uno de los múltiples «modos» de darse el
pensamiento), tenemos la certeza absoluta de que pensamos, y por lo tanto, de que, aunque sea como meros entes
pensantes, existimos. Esto lo
expresa Descartes con la expresión: «pienso, luego soy» (‑o existo‑, en
latín «cogito ergo sum»). La certeza absoluta de que existo como ser pensante
se convierte, pues, en el fundamento absoluto del saber, el primer principio del conocimiento que
andábamos buscando.
Con
esto hemos cumplido el primer paso del método que Descartes aplica ahora a la
metafísica. Tenemos una evidencia absoluta, un primer principio del que partir. Pero si la metafísica se
limitase a esto sería un saber realmente pobre. Sin embargo, a partir de ese
primer principio, de la certeza de mi existencia como ser pensante, Descartes
va a deducir la existencia de otras
realidades.
5. Sustancias, atributos y modos:
la metafísica en el sentido clásico del término
&1
Fundamentada
la existencia del pensamiento (atributo de la conciencia, Yo, o alma), el
problema que se le plantea es cómo salirse de él hacia el mundo, esto es, cómo
se puede justificar, demostrativa o intuitivamente, la existencia de algo
aparte del Yo. Descartes lo va a hacer de la siguiente manera:
Comenzamos
haciendo un análisis del propio
pensamiento. Puesto que el pensamiento es lo único que, de momento, tenemos
seguro, vamos a ver si a partir de él podemos demostrar la existencia de algo
más.
Analizado
el pensamiento descubrimos que consiste en una actividad en la que manejamos
ideas. Estas ideas pueden ser de tres tipos:
(1) Adventicias:
son aquellas que parecen provenir de la experiencia externa. Y decimos «parecen»
porque la existencia de tal exterioridad es lo que se trata de fundamentar. No
nos sirven por tanto para seguir (si no queremos caer en un círculo vicioso).
(2) Facticias
(de factum = hecho): son ideas construidas en la mente a partir de las
anteriores (por ejemplo: la idea de «centauro», que es una construcción a
partir de las de «hombre» y «caballo»). Lógicamente tampoco nos sirven.
(3) Innatas:
son ideas que, no formándose a partir de la experiencia, ni por composición
a partir de las de la experiencia, no pueden ser más que innatas, lo cual quiere decir que son ideas que desarrolla la razón
por sí misma. Son ideas tales como las de extensión, pensamiento, infinitud.
&2
El
análisis del pensamiento nos ha permitido descubrir ciertas ideas que el pensamiento
construye por sí mismo, entre ellas la idea de infinitud. Ahora bien, infinito es aquello a lo que no le falta
nada en el orden del ser. Y allí donde no falta nada se da la perfección. La idea de algo infinito y la
idea de algo perfecto son, pues, la misma idea. Pero la idea de un ser perfecto
es la idea que el cristianismo tiene de Dios.
Por lo tanto, si mi mente ha construido por sí misma la idea de infinitud,
significa que ha construido también la idea de Dios.
Pero
la idea de Dios es una idea peculiar. Pues, como ya había demostrado Anselmo de Canterbury, a través del argumento ontológico, el término Dios
expresa la esencia de un ser que no puede no existir. Por lo tanto, a partir de
la idea de Dios hallada en mi mente tengo que concluir que Dios existe (que no
es solo una idea).
Tomás
de Aquino había rechazado la validez de este argumento porque consideraba que
tal idea de Dios solo podía venir dada por la fe. Descartes nos explica que tal
idea es una idea innata; es decir,
construida por el entendimiento, por lo que no es necesario apelar a la fe para
desarrollar el argumento ontológico.
Además
del argumento ontológico Descartes emplea aún otros dos argumentos para
demostrar la existencia de Dios que exponemos brevemente:
Primer
argumento cartesiano: parte, de la idea
de un ser perfecto que se halla en mi mente. Ahora bien: (1) todo lo que
existe tiene que tener una causa eficiente de su existencia; y, (2) la causa
de algo no puede ser inferior a lo causado.
Pues
bien, yo, que tengo tal idea de
perfección, no tengo en mí las perfecciones que encuentro en esa idea.
Lo que significa que yo soy inferior a esa idea. Pero, dado que lo inferior no
puede ser causa de lo superior, yo no puedo ser causa de esa idea de perfección. Por lo tanto, tiene que haber una
realidad actual, con, al menos, el
mismo grado de perfección que esa idea y que sea causa de ella. Eso es Dios.
Segundo
argumento cartesiano: parte, una vez más, de la idea de un ser perfecto. Pero yo que tengo esa idea no tengo en mí
las perfecciones que encuentro en ella. Si yo fuese la causa de mí mismo me
hubiera dado esas perfecciones que encuentro en la idea (porque la voluntad
siempre es movida por el bien claramente conocido). Por lo tanto tiene que
haber un ser que me ha producido, que tiene en sí esas perfecciones. Además
de producirme, ese ser es el que me conserva, pues «del hecho de que seamos
ahora no se sigue que debamos también seguir siendo en el momento siguiente a
menos que alguna causa, a saber, la misma que nos produjo, nos reproduzca
continuamente» [Principios I.21].
Estos
tres argumentos, el ontológico de Anselmo y los dos desarrollados por el
propio Descartes, nos demuestran
la existencia de algo (Dios) exterior a la mente. Ahora podemos dar un tercer
paso para justificar la existencia del mundo:
&3
Si
Dios existe -y dado que Dios, como ser perfecto, tiene los atributos de la sabiduría
infinita, del poder infinito, de la veracidad infinita, de la bondad infinita,
etcétera-, es incompatible con la existencia del genio maligno anteriormente postulado.
Dicho
de otro modo, si Dios existe no puede ser que mi entendimiento esté mal hecho,
hecho para engañarme. Por lo tanto, puedo fiarme de mi entendimiento. Cuando
algo aparece como cierto al entendimiento es que describe correctamente el
mundo. Dios garantiza que lo cierto
es verdadero.
Pero
el entendimiento trabaja seguro, maneja certezas, cuando trabaja con ideas
construidas por el propio entendimiento, cuando hace matemáticas. Por eso, acerca del mundo externo solo puedo hablar
con seguridad cuando lo reduzco a matemáticas, es decir, a cantidades.
¿Y
qué hay en el mundo que se pueda
reducir a cantidades? Pues la extensión.
Las cualidades, al no ser cuantificables, quedan descartadas. Mundo y
extensión son, para Descartes, lo mismo.
Nos
encontramos, entonces, con tres ámbitos de la realidad distintos, con tres
tipos de sustancias distintas: el alma, Dios y el mundo.
&4
Descartes
define la sustancia como «una cosa que existe de tal manera que no
necesita de ninguna otra para existir». Según esta definición solo Dios sería
propiamente hablando, sustancia. Pero Descartes argumenta que sustancia es un
término análogo, de modo que con
este término podemos referirnos a la sustancia creadora (la única que
se ajustaría a la definición que hemos dado) o a las sustancias creadas.
Las sustancias creadas son aquellas cosas «cosas
que solo necesitan del concurso de Dios para existir», pero no de las otras sustancias
creadas. Las sustancias creadas son la sustancia
corpórea y a la sustancia pensante.
Dios,
sustancia corpórea y sustancia pensante constituyen los tres tipos de sustancias
que componen la realidad. Tales sustancias vienen caracterizadas por tener unos
atributos y darse bajo unos
determinados modos. Veámoslo:
La sustancia pensante se rige por leyes
propias que no coinciden con las que rigen para la sustancia extensa. Cada yo, cada conciencia individual, es una sustancia pensante (y no solo un modo
de darse una sustancia pensante única). Además, cada sustancia pensante es simple ‑y por tanto indivisible‑ y, en
consecuencia, es inmortal, ya que
toda destrucción natural se produce por división. Descartes usa también las expresiones
alma, conciencia, yo, sujeto, para denominarla.
La sustancia corpórea es el reino de lo
cuantitativo, su estudio corresponde a la física
(cinemática) y en ella rige un determinismo absoluto. Descartes usa también el
nombre de mundo para denominarla.
Los atributos: son
lo que constituye la esencia o naturaleza de una sustancia. El atributo
de los cuerpos es la extensión; el de la conciencia el pensamiento; y los de Dios
son infinitos de los cuales conocemos su infinita bondad, la eternidad, la
veracidad, la omnisciencia, la omnipotencia, etcétera. Pero Descartes también
define los atributos como lo que se da siempre de la misma forma en la sustancia,
así la existencia y la duración.
Los
modos: son las distintas formas de darse los atributos que
pueden variar. Así la extensión se
puede dar como figuras o como movimientos diversos; el pensamiento puede darse como imaginación, sensación, deseo, recuerdo, duda, etcétera, aunque todos estos modos son reductibles a dos generales:
entendimiento y voluntad. Como en Dios no han variación, Dios no tiene modos.
Además
de sustancias, atributos y modos, se puede hablar de accidentes, pero a diferencia de aquellas no
tienen realidad objetiva alguna.
6. La
física (el mundo)
&1
La física (que para Descartes queda
reducida a cinemática) trata de la
tercera sustancia: los cuerpos, cuyo
atributo es la extensión. La
extensión es reductible a cantidad,
ello permite que su método sea el de la mathesis universalis y que la
física tenga el estatuto de ciencia, de saber cierto.
La
extensión tiene como modos fundamentales la figura y el movimiento,
calificados por Descartes como cualidades primarias, para distinguirlos de las cualidades
secundarias (color, olor, sonido, etcétera) las cuales solo tendrían una
validez subjetiva (en el sentido habitual de subjetivo).
Todo
lo concerniente al mundo se puede explicar a partir de los cuerpos, los movimientos
de los cuerpos y la causalidad eficiente. El movimiento o cambio se explica, a
su vez, por el desplazamiento de la materia.
Dado
que en el mundo corporal no existen más cosas que figuras y movimientos, para
que una cosa provoque un cambio en otra debe incidir sobre ella directamente
(por contacto). De modo que todo en el mundo es explicado en términos mecánicos. Todos los seres,
incluidos los seres vivos, no son sino máquinas.
Por eso se dice que la física de Descartes es mecanicista. Además toda
esta gigantesca máquina que es el mundo está regida por leyes mecánicas, no
hay por lo tanto libertad, ni azar. Por eso se dice que la física de Descartes
es determinista.
&2
Las
leyes fundamentales que rigen la maquinaria del mundo son:
(1) «Cada
cosa permanece siempre en el mismo estado en que se encuentra (salvo choque
o impulso de una cosa externa): lo que está en movimiento tiende a permanecer
en movimiento, lo que está parado tiende a permanecer parado». Esto es lo
que se conoce como principio de inercia, que Descartes formula explícitamente
por vez primera.
(2) «Todo
tiende a moverse en línea recta».
Esta ley acaba con la concepción antigua (sostenida incluso por el propio
Galileo), de que el movimiento más perfecto es el circular.
(3) «Cuando
un cuerpo choca con uno más fuerte no pierde nada de su movimiento; pero
cuando choca con uno menos fuerte, pierde la misma cantidad que transmite al
otro». La idea central de esta ley es la de que la cantidad de movimiento permanece constante en el cosmos (que es
una ley aceptada por la física a partir de entonces); no obstante, como
podemos observar, Descartes la formula de un modo erróneo.
&3
Otro
punto importante es que para Descartes no existe el vacío. Dado que lo
que caracteriza a los cuerpos es la extensión,
es contradictorio hablar de algo extenso pero vacío. Así, en la vida cotidiana
cuando decimos que algo está vacío en realidad estamos diciendo que no hay un
tipo de cuerpo que esperábamos encontrar (por ejemplo: cuando decimos que una
copa está vacía queremos decir que no tiene vino, o agua, pero en este caso estará
llena de aire).
Aplicado
al cosmos en general Descartes dice que todo está lleno de tres tipos de
materia.
(1) La
materia gruesa, que es el
constituyente fundamental de los cuerpos que percibimos directamente con los
sentidos.
(2) El
éter, materia constituida de partículas más sutiles, y que llena gran
parte del espacio.
(3) Las
partículas de luz, que son las más finas de todas y por eso pueden colarse
por entre las otras, incluso a través de la inmensidad del espacio.
Aún
quedaría por explicar el movimiento de
los astros (que, como es obvio, no se produce en línea recta). La
explicación de Descartes es similar a la siguiente: supongamos que tenemos un
espacio cerrado (por ejemplo, el sistema solar, cerrado por otros sistemas), y
en él los cuerpos A, B, C, y D (una serie de astros) a los que se les imprime
un movimiento tal (por un torbellino) que A pasa a ocupar el lugar de B, de modo
que B tendrá que desplazarse, ocupando el lugar de G, C el de D, y D el de A.
Lógicamente, dado que para Descartes no existe el vacío dichos cuerpos serán
arrastrados con todo lo que los rodea en ese torbellino, que una vez iniciado
permanece para siempre. Eso explica también la aparición de cometas, que serían
cuerpos que se escapan del torbellino.
7. La
antropología: alma y cuerpo
&1
Alma y cuerpo son dos sustancias
separadas. Hasta tal punto es así, que, según Descartes, la muerte no se
produce porque el alma se separe del cuerpo, sino porque, como cualquier
máquina, este deja de funcionar. En esto discrepa de la concepción aristotélica
y escolástica según la cual el alma es la forma sustancial del cuerpo.
El conocimiento sensible (que es siempre
oscuro y confuso y que por lo tanto no es conocimiento en sentido propio) se
produce cuando las cosas impresionan los órganos de los sentidos.
Esta
impresión debe entenderse como si los cuerpos emitieran determinados tipos de figuras (que corresponderían a los determinados
colores, olores, etcétera), las cuales se grabarían en los sentidos externos
produciendo en ellos ciertas modificaciones. Las modificaciones en los
sentidos externos provocarían, a su vez, modificaciones en una parte del cuerpo
llamada sentido común. El sentido común transmite, a su vez, las modificaciones
de su estado a otra parte llamada imaginación. Tanto las modificaciones
del sentido común como las de la imaginación deben ser entendidas también como
figuras diversas, que no tienen por qué parecerse a las figuras que llegaron
del cuerpo a los sentidos externos. En la imaginación las figuras pueden
quedar retenidas durante un tiempo, y en esto consiste la memoria.
Podemos
entender el proceso descrito anteriormente como algo similar a lo que pasa en
un ordenador al escribir. Mi dedo ‑que en este caso representa al cuerpo
extraño‑ impacta sobre las teclas ‑que simbolizan en este ejemplo a los
sentidos externos‑. Este impacto provoca una modificación en la tecla, se
hunde, y esta modificación afecta a su vez a los circuitos internos del ordenador
produciendo una imagen en la pantalla ‑que simbolizaría a la imaginación‑.
Esa imagen puede ser guardada en los circuitos del ordenador ‑memoria‑. En este
ejemplo podemos ver claramente que la figura que impacta con la tecla, es
decir, mi dedo, no tiene por qué tener parecido alguno con la figura que
aparece en la pantalla: letras o números.
En
la parte del cerebro donde está localizada la imaginación y el sentido común,
se originan los movimientos de los espíritus animales. Descartes llama
así a una multitud de partículas que, según él, recorrerían las venas y los
nervios. Estos espíritus animales al desplazarse más hacia unos sitios que
hacia otros provocan los movimientos de los músculos. De este modo podemos
decir que la imaginación es la que mueve el cuerpo.
Este
proceso, que es un proceso puramente corporal, es común a hombres y animales,
por lo que los cuerpos de los seres vivos no son sino máquinas. Lo que diferencia al hombre es la posesión de un yo o conciencia, que no es cuerpo. Es más, el cuerpo es un objeto como
cualquier otro.
&2
Pese
a ser sustancias, y, por lo tanto, realidades independientes entre sí, entre el
alma y el cuerpo se produce una interacción,
aunque Descartes no da una explicación satisfactoria de ella: se limita a
sostener que el alma y el cuerpo se unen en la glándula pineal.
En
todo caso veamos lo efectos que puede tener esa interacción:
En
el alma reside la capacidad general de pensar. El pensamiento se da de dos
modos generales: como entendimiento, o como voluntad.
El entendimiento a su vez puede darse
bajo los modos de sentir, imaginar o concebir. Estos diversos modos de darse
el entendimiento surgen de la interacción que tiene con la imaginación:
(1) Cuando
el entendimiento es pasivo, y es
determinado por la imaginación y el sentido común entonces sentimos.
Aquí residen, para Descartes, muchos de los males que aquejan al hombre. La
imaginación nos trasmite conocimientos confusos y el entendimiento coloca a
la voluntad en el trance de tener que elegir entre opciones contradictorias,
es impulsada por deseos que no puede realizar, etcétera. Por eso el hombre debe
intentar un conocimiento claro de todas sus ideas.
(2) Cuando
el entendimiento es activo, y
determina a la imaginación, imaginamos (por ejemplo cuando traza
figuras y movimientos, que como tales son algo sensible y no pueden darse en el
entendimiento solo, sin ayuda de la imaginación).
(3) Cuando
el entendimiento actúa solo, concebimos.
A su
vez, la voluntad, se da bajo los modos
del admirar, desear, odiar, afirmar, negar, dudar, y asintiendo, o no
asintiendo, a los juicios. En la voluntad radica precisamente la posibilidad
del error. Cuando algo es claro y distinto la voluntad no puede más que asentir
a ese conocimiento. Pero la mayoría de nuestros conocimientos no son claros y
distintos y entonces es la voluntad la que se pronuncia sobre ellos.
La
voluntad es libre y puede
pronunciarse sobre cualquier cosa, por lo que tiene un campo de acción mayor
que el entendimiento, es más, tiene un campo de acción infinito. Y es por esto
que Descartes llega a decir que es por la voluntad por la que nos asemejamos a
Dios.
En
Dios voluntad y entendimiento se identifican.
8.
La «ética» cartesiana
No
hay ningún tratado específico de ética
escrito por Descartes. Pese a ello podemos hablar de una ética cartesiana a
partir de: (1) En algunos de sus escritos Descartes habla de una moral
provisional, que él adoptaría de cara a sus actuaciones mientras se
mantiene en la duda. (2) Por otro lado, el dualismo cartesiano entre alma y
cuerpo le permite, sin contradicción por su parte, defender un determinismo
absoluto en el mundo corporal, y la libertad del alma.
Descartes
denomina «moral provisional» a una
serie de reglas de conducta básicas que adopta en tanto mantiene su duda
metódica. Estas reglas son:
(1)
Obedecer a las leyes y costumbres del país, conservando la
religión tradicional y ateniéndose a las opiniones más moderadas.
(2)
Ser lo más firme y resuelto posible en el obrar, y seguir
con constancia la opinión que se ha adoptado ‑aún la más dudosa-.
(3)
Procurar vencerse más bien a sí mismo que a la fortuna y esforzarse más bien
por cambiar los pensamientos propios que el orden del mundo.
No
obstante, después de desarrollada la duda metódica y de establecer los primeros
principios del conocimiento, no lleva a cabo ningún intento posterior de
fundamentar la moral, lo que da pie a algunos estudiosos de Descartes para
sostener que estas tres reglas constituyen los límites definitivos de la moral
cartesiana.
En
cualquier caso, hay un campo ‑posible, al menos‑ para la moral en el sistema
cartesiano. Ello es así porque, si bien en el «mundo» rige un determinismo
absoluto, no es así en el pensamiento, donde la libertad es posible. Si
suponemos que la libertad es una condición de posibilidad de la moral ‑y
que basta con dicha condición‑ la moral tiene entonces un campo en el sistema
de Descartes.
9. Descartes en la historia del pensamiento
&1
Con
Descartes culmina el movimiento
humanista.
La teología medieval había convertido a Dios en el principio de la acción (en
Dios está la felicidad, la salvación) y del conocimiento (Dios es causa de lo
creado). Frente al teocentrismo medieval el movimiento humanista coloca al ser humano en el centro del cosmos. Pero
será la filosofía cartesiana la que
fundamente la acción y el conocimiento en el sujeto volente y cognoscente, en
el yo. Es en mí mismo donde encuentro el fundamento de todo conocimiento, e,
incluso, la regla para la acción.
&2
Con
Descartes se inicia la filosofía moderna,
que viene caracteriza por el giro idealista
o subjetivista (algunos prefieren
decir «subjetualista» para evitar equívocos) del conocimiento.
El
término «idealista» se emplea con
múltiples significados, incluso en el campo del discurso filosófico. No obstante,
es frecuente, y así lo vamos a hacer aquí, reservar este término para referirse
a aquellos sistemas filosóficos que sostienen que la realidad no puede ser
conocida de modo directo, en sí misma, sino a través del filtro de las ideas construidas por el propio entendimiento. El idealismo, entendido
así, nace con Descartes y es asumido
por toda la filosofía moderna (racionalistas, empiristas, Kant, el Idealismo
Alemán, etcétera).
Dado
que la realidad solo puede ser conocida a partir de las ideas construidas por
el entendimiento (ideas de tipo matemático, según Descartes), se puede decir
que el ser de las cosas se establece
en el entendimiento; que las cosas
solo son algo en la medida en que pueden ser reducidas a esas ideas del
entendimiento. Por eso al idealismo también se le denominada subjetivismo. El ser de lo real es determinado
por el sujeto.
Esto
no quiere decir que el mundo sea una mera apariencia, algo subjetivo en el
sentido habitual del término, que el mundo sea distinto según lo perciba cada
uno, ni nada parecido, dado que:
(1)
Cuando Descartes habla de entendimiento
no habla de un entendimiento personal, sino de una forma de proceder que es
común a todos los seres humanos y que consiste en el proceder matemático.
(2) El
término «sujeto» proviene de «sub-iectum», que viene a significar algo
así como «lo que está debajo», «lo que está supuesto»; y la palabra «objeto» proviene de «ob-iectum», que significa «lo puesto delante», «lo puesto enfrente»
-se entiende, de un sujeto-. Por lo que, en este caso, subjetivo no se opone a
objetivo. Una cosa es condición de la otra. Que el individuo que conoce sea
concebido como sujeto es la condición
para que la realidad sea concebida como objeto.
Al concebir al hombre como sujeto, y al mundo como objeto,
y al entender que el ser de la realidad es determinado previamente por el
sujeto, en forma de ideas matemáticas,
Descartes pone las bases para la concepción científico-técnica del mundo. El mundo es concebido como cosa, reductible a sus aspectos cuantitativos (cuantificables,
matematizables), a controlar y dominar por el sujeto para ponerlo a su
servicio.
Ese control y dominio del mundo
-de la naturaleza-, por el hombre será concebido posteriormente -por los
ilustrados-, como progreso. Y así,
la historia, que, para el pensamiento
medieval, era el escenario de la salvación
-recordemos a las dos ciudades de Agustín-, será, a partir de la Ilustración, el escenario del progreso.
&3
Con Descartes se inicia
también, una corriente de pensamiento conocida como racionalismo (que es una de las formas que adopta la filosofía
moderna).
Esta corriente sostiene que la
razón, identificada con el modo de proceder matemático, es la única fuente
válida de conocimiento. El entendimiento
produce espontáneamente -por sí mismo, con independencia de la experiencia-,
cierto tipo de ideas, que serán denominadas, por esta razón, innatas. Tales ideas concebidas por el
entendimiento (conceptos) serán de
carácter matemático.
A partir de tales ideas innatas
o conceptos se deduce (mediante un
proceso de construcción de lo complejo a partir de lo simple) el sistema entero
del saber.
Pero entre esas ideas
Descartes descubre una tal que no puede ser producida por el propio
entendimiento: la idea de perfección o Dios, que el ser que puede ser concebido
como existiendo por sí mismo, con independencia de cualquier otro ser. Por eso
Dios será entendido como sustancia
(aquello que no necesita de nada más para existir).
No obstante, Descartes
entiende que el mundo y las almas también son sustancias
(concepción en la que no es seguido por otros pensadores racionalistas).
&3
Que el mundo y las almas sean
realidades sustanciales le lleva a defender un dualismo antropológico de
nuevo cuño, según el cual el ser humano
es un compuesto de cuerpo,
caracterizado por la extensión, y alma, caracterizada por su capacidad de
pensar.
Dado
que su atributo es la extensión, el cuerpo
es concebido como una máquina, hecha
de piezas que mueven a otras piezas. Esta concepción de lo corporal, que tuvo
antecedentes -como la del médico y humanista español, natural de Medina del
Campo, Gómez Pereira-, prepara el
terreno para el surgimiento de una corriente de pensamiento materialista.
El alma es concebida como una sustancia inextensa, que, no obstante,
interactúa con el cuerpo.
La
interacción del alma y el cuerpo plantea un problema que llega a nuestros días:
el de la relación entre los estados
mentales y los estados físicos
del sistema nervioso. Cualquier toma de postura a este respecto tiene que
enfrentarse con este problema cartesiano.
&4
Finalmente,
la concepción cartesiana del ser humano como un sujeto racionalmente autónomo, es decir, un sujeto que es capaz de
pensar por sí mismo, haciendo uso exclusivamente de su propia razón -con
independencia de la fe, la tradición, la autoridad e incluso la experiencia-,
prepara el terreno para el triunfo de otras dos ideas que harán su aparición
con el movimiento ilustrado: la concepción moderna de la ciudadanía y la ética de la
dignidad.
Pues
si admitimos que todo individuo tiene la capacidad de valerse de su propia
razón, es cuestión de tiempo concluir que nadie ha nacido para señor, ni para
siervo, sino que todo el mundo ha de tener la condición de ciudadano, sometido, únicamente, a las leyes que garanticen esa común
condición de ciudadano. Y es cuestión de tiempo llegar a la conclusión de que
ningún individuo puede ser reducido a ser un mero instrumento, ya que se le estaría negando aquello que lo hace
humano, por lo que todo ser humano es valioso por sí mismo, que es lo que
significa que posee dignidad.
Bibliografía
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de la filosofía. SARPE, S. A. Barcelona, 1988.
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racionalismo y los problemas el método. Editorial Cincel, S. A. Madrid,
1985.
-Descartes, René: Discurso
del método. Ediciones Orbis, S. A. Barcelona 1983.
-Descartes, René: Reglas
para la dirección de la mente. Ediciones Orbis, S. A. Barcelona 1983.
-Descartes, René: Meditaciones
acerca de la filosofía primera, en las cuales se demuestra la existencia de
Dios, así como la distinción real entre el alma y el cuerpo del hombre. http://www.mercaba.org/Filosofia/Descartes/med_met_alfaguara.PDF
-Descartes, René y Leibniz, Wilhelm: Sobre los principios de la filosofía. Editorial Gredos, S. A.
Madrid, 1989.
-Fontana, J. y Ucelay Da Cal, E.: Historia Universal Planeta. Editorial Planeta, S. A. Barcelona,
1993.
-Gómez Pin, Víctor: Descartes.
Editorial Barcanova, S. A. Barcelona, 1984.
-Martínez Marzoa, Felipe: Historia de la filosofía. Istmo. Madrid, 1980.
-O´Connor,
D. J. (comp.): Historia crítica de la
filosofía occidental. Ediciones Paidós Ibérica, S. A. Barcelona, 1983.
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