miércoles, 30 de marzo de 2016

(XIX) LOCKE: EMPIRISMO E ILUSTRACIÓN

1. ¿Quién es Locke?
Locke es un filósofo inglés que desarrolla su obra en la segunda mitad del siglo XVII.
Locke pone las bases del empirismo moderno, el empirismo subjetivo o idealista, que se convertirá, junto con el racionalismo, en una de las corrientes filosóficas dominantes en Europa hasta la aparición de la obra kantiana.
Locke es, además, junto con Bayle y Newton, uno de los iniciadores del movimiento ilustrado, que dominará el panorama intelectual europeo del siglo XVIII.
Finalmente, Locke elabora la primera teoría política liberal, confrontada con el absolutismo, y en la que aparecen algunas de las señas de identidad de los actuales estados democráticos y de derecho: la separación de poderes, el reconocimiento de derechos individuales, la separación entre la religión y el Estado, etcétera. A este respecto cabe decir que la teoría política de Locke estuvo presente cuando se elaboró la Constitución de los Estados Unidos de América del Norte.

2. Algunos datos biográficos
Locke nació en Wrington –perteneciente al condado de Somerset, al suroeste de Inglaterra-, en 1632. Sus padres fueron John Locke, un abogado rural, y Agnes Keene.
Entre 1642 y 1646 se desarrolla la primera guerra civil inglesa, en la que participará John Locke padre, combatiendo, como capitán de caballería, en el ejército parlamentario.
Con catorce años Locke ingresa en la Westminster School, donde permanecerá seis años. En 1652 se matricula en la Christ Church, un college perteneciente a la Universidad de Oxford, donde recibe una for­ma­ción esco­lástica, pero lee también a Descartes, Bacon, Hobbes y Gassendi.
En 1648 se inicia la segunda guerra civil inglesa que termina, al año siguiente, con Carlos I acusado de traición y ajusticiado. A su muerte se instaura la república.
En 1658 Locke obtiene el grado de maestro en artes, tras lo cual es contratado como profesor de griego y ética en Oxford. Allí conocerá a Robert Boyle y a Isaac Newton, entre otros científicos eminentes. Se interesa por la medicina y obtiene un permiso para ejercer esa profesión debido a sus conocimientos.
Entretanto, en 1660 Carlos II se impone a los parlamentaristas y restaura la monarquía.
En 1667 Locke entra al servicio de Lord Hashley, primer conde de Shaftesbury, del que se hizo amigo y confidente. En 1672 Lord Hashley es nombrado Lord canciller, lo que permite a Locke participar activamente en la vida política de la época. Pero tres años más tarde Lord Hashley cae en desgracia y es destituido. Locke se retira a Francia donde permanece durante cerca de cuatro años.
En 1679 Lord Hashley vuelve a ocupar un cargo y Locke regresa a Inglaterra poniéndose de nuevo a su servicio.
Las críticas del conde de Shaftesbury a la política de Carlos II le valen el ser acusado de traición, por lo que se ve obligado a huir, refugiándose en Holanda. Locke también acabó buscando refugio Holanda (en 1683), permaneciendo en este país seis años, durante los cuales escribe algunas de sus obras más importantes.
En 1685 muere Carlos II y le sucede su hermano, Jacobo II, que se había convertido al catolicismo y tomó medidas para favorecer a esta religión. En 1688 se produce una revuelta contra Jocobo, la Revolución Gloriosa, que acabó con su derrocamiento y la entronización de Guillermo II.
Tras ser derrocados los Estuardo, Locke vuelve a Inglaterra. Es entonces cuando publica sus obras fundamentales. En 1689 aparece publicada su Carta sobre la tolerancia. Al año siguiente se publican los Dos tratados sobre el gobierno civil, y su Ensayo sobre el entendimiento humano, que puede ser considera su obra filosófica más relevante.
Tras la publicación del Ensayo, que obtiene un enorme éxito, Locke continúa escribiendo, pero no producirá ninguna obra con la influencia de las anteriores. Cabe mencionar los Pensamientos sobre la educación y una serie de ensayos sobre la Racionalidad del cristianismo.
Locke falleció en 1704, en el castillo de Oates, en Essex, donde había sido acogido por sir Francis Masham y lady Damaris Cudworth Masham (admiradora de Locke, con la que este había mantenido una prolongada amistad, y que es autora de dos escritos por los que se la considera una precursora del movimiento feminista).

3. Antecedentes de la filosofía de Locke
Recordemos que Francis Bacon defiende la experimentación como método para conocer las causas de los fenómenos, con el objeto de dominarlos y poner la naturaleza a nuestro servicio.
La experimentación consiste, para Bacon, en aislar ciertas cualidades que se quiere explicar. A continuación enumerar todos aquellos casos en los que aparece esa cualidad, y aquellos en los que, siendo similares a los primeros, no aparece esa cualidad. A partir de ahí, por inducción se alcanza lo que Bacon llama «forma general» que rige ese fenómeno. Bacon parece emplear el término forma como sinónimo de ley.
En Bacon aparecen algunos elementos que jugarán un papel importante en el nacimiento de la ciencia moderna, tales como la experimentación, la inducción, y la búsqueda de leyes, aunque falta un elemento decisivo, la matematización.
Francis Bacon suele ser inscrito en cierta tradición empirista inglesa, que arranca de Juan de Salisbury, y continua con Roger Bacon y Guillermo de Ockham. Esta tradición empirista inglesa se caracteriza, y de ahí el nombre, por poner el acento en la experiencia como fuente de conocimiento.
Recordemos también que con Descartes se inicia el giro idealista o subjetivista según el cual no se conoce directamente la realidad sino tras su previa reducción a ideas del entendimiento (ideas que, para Descartes, tendrán carácter matemático).
Recordemos, en tercer lugar, que Hobbes crea una potente teoría política, cuyo objeto es explicar el origen y la finalidad del poder político, del Estado. Esta teoría concluye en una fundamentación del Estado absolutista.
Pues bien, la síntesis de la tradición empirista inglesa y el idealismo cartesiano, dará origen a la teoría del conocimiento de Locke, caracterizada por sostener que solo conocemos directamente la ideas que encontramos en nuestra mente, pero que tales ideas solo pueden formarse a partir de la experiencia. Nace, así, el empirismo idealista o subjetivista, que tendrá como continuadores a George Bekerley y David Hume.
La confrontación con el absolutismo, y, en concreto, con la teoría política de Hobbes, y la reelaboración de algunas ideas ya presentes en la escolástica española (especialmente en Francisco Suárez), llevará a Locke a desarrollar su modelo liberal de Estado.

4. El problema y los límites del conoci­miento
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Locke admite, como Descartes, que todo conocimiento comienza por las ideas. Y Locke emplea el término «idea», al igual que Descartes, para designar al contenido del pensamien­to.
Ahora bien, frente a Descartes Locke sostiene que no hay «ideas innatas». La mente es, al nacer, como una «tabla en blanco», en la que no hay nada escrito, y que se irá llenando con los contenidos dados por la experiencia. (En esta crítica a Descartes parece haber un malentendido, pues Descartes no dice en ningún momento que al nacer el niño traiga consigo conocimiento alguno. Las ideas innatas cartesianas no son ideas con las que venga la mente al nacer, sino ideas construidas por la mente al margen de la experiencia).
Las ideas vienen caracterizadas, pues, por dos rasgos: (1) Son el objeto «inmediato» de nuestro conocimien­to o per­cep­ción. (2) Son imágenes o «re­presentacio­nes» de la realidad exterior.
En la formación de las ideas intervienen las si­guien­tes facultades:
(1) La percepción: es la forma más básica de conocimiento, es el acto por el que el sujeto entra en pose­sión de los datos de la experiencia, en forma de ideas.
(2) La retención: es la capacidad que nos permite con­ser­var las ideas introducidas en la men­te (con­tem­plación), o reproducir las ideas que, después de impresas en ella, desa­pa­recie­ron (memoria).
(3) El discernimiento: la capacidad que permite distinguir unas ideas de otras.
(4) La comparación: la capacidad que nos permite formar las ideas de relación («más alto que», «ser pa­dre de», etcétera).
(5) La composición: es la capacidad que nos permite asociar unas ideas con otras (por ejemplo, la idea de «Minotauro» surge por un proceso de composi­ción de «hombre» y «toro»).
(6) La abstrac­ción: capacidad que nos permite separar las circunstan­cias indi­vi­dua­les de las ideas par­ticulares, forjando así ideas universales («hom­bre», «toro»). Esta facul­tad es privativa de la especie hu­mana. El resto las comparte con los animales.
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Las ideas pueden ser: simples o compuestas.
(1) Las ideas simples son aquellas que proceden exclusivamente de la experiencia, es decir, aque­llas que el entendimiento recibe de modo totalmente pasivo. Estas ideas pue­den ser de tres tipos según su pro­ce­dencia: de sensación, de reflexión, o de sensación y reflexión.
(a) Las ideas de sensación son las obtenidas a través de los sentidos externos. Locke dis­tin­gue:
Aquellas ideas obtenidas a través de un solo sen­tido: color, sonido, olor, etcétera, a lo que denomina cua­li­da­des secundarias, que tienen solo sig­nificación subjetiva (para el individuo que siente).
Aquellas obte­ni­das a través de va­rios sentidos: «extensión», «figura», y «movimiento», a las que denomina cualidades primarias, que tie­nen un valor objetivo (son inseparables de los cuerpos).
La sensación es la primera fuente de proceden­cia de las ideas, y la más básica, las demás la presuponen.
(b) Las ideas de reflexión son aquellas que proceden del mundo interno de la mente. Son ideas de reflexión los conceptos del pensar, del querer y del desear.
(c) Las ideas de sensación y reflexión surgen de la unión de sensación y reflexión. Son ideas tales como las de «agrado», «desagrado», «fuerza», «existencia».
(2) Las ideas compuestas son elaboradas a partir de las simples (conservadas por la re­ten­ción y des­per­ta­das por la memoria) mediante procesos llevados a cabo por el resto de las facultades (discerniéndolas, comparándolas, componiéndolas y abstra­yendo deter­mi­nadas notas). Se distribu­yen en cuatro categorías: sustancias, modos, relaciones y universales. Veamos cómo se forman:
(a) La idea de sustancia es la idea de una cosa que puede existir en sí (un árbol concreto, un perro concreto, etcétera). Esta concepción de la sustancia la toma Locke de Aristóteles y la escolástica.
Ahora bien, según los presupuestos empiristas del propio Locke solo conocemos sensaciones (colores, olores, sabores, etcétera) a través de nuestros sentidos. No tenemos sensación de sustancia alguna. ¿Cómo se llega, entonces, desde esas sensaciones a la idea de una sustancia?
Según Locke el entendimiento, haciendo uso de su capacidad de componer, agrupa aquellas ideas simples que suelen aparecer unidas (tales como unas determinadas fi­gu­ras, una gama de colores, de olores, etcétera), constituyendo una idea compleja (como, por ejemplo, la idea de «este perro»).
No obstante esa idea compleja sigue siendo un conjunto de ideas simples, no aparece por ningún lado la sustancia, esto es, la cosa, en la que van insertadas las cualidades captadas por los sentidos. Locke reconoce este hecho pero se ve obligado a decir que la sustancia es algo necesario, dado que tiene que haber un soporte en el que se hallen las cua­lidades (ideas simples), o los modos, aunque sea in­cog­nos­cible.
(b) Los modos son las ideas complejas de cosas que no pueden subsistir por sí. Los modos son, por tanto, esta­dos y propiedades de cosas y procesos que, en cuanto tales, solo se dan en la sustancia. En este sentido, son algo similar a lo que la metafísica aristotélico-es­co­lástica llamaba accidentes.
(c) Las ideas de relaciones proceden de la comparación de ideas simples. Entre ellas la rela­ción cau­sal y la relación de identidad.
(d) La ideas de universales, al igual que las demás ideas complejas, surgen de una operación del en­ten­dimiento, el cual por abstracción unifica una colección de ideas en una sola (ejemplo: «hom­bre»).
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La verdad puede ser entendida como «verdad de las cosas» y «verdad del entendimiento». La verdad de las cosas consiste en que las cosas se nos den, se nos hagan patentes. Pero la verdad en sen­tido pleno es la verdad que se da en el entendimiento que ela­bora juicios, la verdad entendida como adecuación o correspondencia. El conocimiento es la percepción de la correspondencia o no correspon­dencia entre ide­as, y se expresa me­diante el juicio.
Locke distingue tres grados de conocimiento de más a menos perfecto: intuición, demostración y sensación.
La intuición consiste en el conocimiento directo de nues­tras ideas. A través de la intuición ob­te­nemos la cer­te­za de nuestra propia existencia y el conocimiento de los elementos sim­ples de las mate­máticas. Constituye la forma básica de conocimiento
La demostración es el segundo grado de conocimiento. Locke se sirve de la de­mos­tra­ción para lle­gar a la existencia de Dios (según Locke es necesaria una causa del mun­do).
La sensación es la información obtenida a través de los sentidos, procedente del mun­do cor­pó­reo.
Aunque Locke hace de la sensación la forma inferior de conocimiento sostiene, no obstante, que el conocimiento no puede ir más allá de la experiencia. Tiene, por lo tanto, que desenvolverse dentro de los lí­mi­tes mar­cados por aque­llos conocimientos que se resuelven en sus ele­men­­tos primarios: las ideas simples. Además el conocimiento cierto se da allí donde el entendimiento humano es pa­­sivo: en la percepción de las ideas simples; pero no allí donde es activo: en la ela­bo­ra­ción de las ideas complejas.
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Locke, siguiendo a Descartes, diferencia tres ámbitos en la realidad, tres tipos de sustancias: el yo, Dios y los cuerpos.
De la existencia del yo tenemos certeza intuitiva (Locke sigue en esto a Descartes): mi propia existencia aparece en mi mente con una idea clara y distinta.
De la de existencia Dios tenemos certeza de­mos­trativa: todo lo que existe, existe por una causa, pero no puede haber una cadena infinita de causas, luego tiene que haber una primera causa. Aquí Locke reproduce la argumentación de Tomás de Aquino, partiendo de la experiencia y atendiendo al principio de causalidad se remonta a una causa primer incausada.
De la existencia de los cuerpos tenemos cer­teza sensitiva: esto es, si tenemos sensaciones es que son producidas por algo (con lo que de nuevo se recurre a un prin­cipio causal).

5. La política
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Locke parte, como ya habían hecho los estoicos, los escolásticos, etcétera, de la existencia del derecho natural. Este derecho natural se identificaría con la ley divina, es decir, tiene su origen en Dios.
Considera también que el origen de todo poder se halla en Dios. Pero frente a ciertas concepciones absolutistas considera (al igual que ya lo habían hecho ciertos pensadores escolásticos, como Francisco Suárez) que son los hombres, los ciudadanos, los encargados de elegir el depositario de ese poder, mediante un contrato social.
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Antes de la creación de un poder político los hombres se hallarían en una situación que denomina, de modo similar a la escolástica española, pero apropiándose de la terminología de Hobbes, «estado de naturaleza». Tal estado de naturaleza se caracteriza­ría, según Locke, por:
(1) Los individuos están en posesión de unos derechos naturales, que serían, como ya hemos dicho, dados por Dios. Estos son: el de­re­cho a la propia vida, a la libertad, a la propiedad y el derecho a castigar a quienes infrinjan estos derechos.
Que uno de los derechos fundamentales del individuo, de sus «derechos naturales», sea el derecho a la propiedad casa perfectamente con los in­te­reses de la burguesía ascendente de la época, lo que ex­pli­ca básicamente el enorme éxito de la teoría política lockeana
(2) Los hombres son seres racionales, y, por lo tanto, libres. La razón, que también es dada por Dios, le sirve a los hombres, entre otras cosas, para co­no­cer sus derechos naturales.
(3) El estado de naturaleza no es un estado de guerra, como sostenía Hobbes, sino un estado en el que los hombres, guiados por su razón, con­vi­ven en régimen de igualdad y libertad. De esta convivencia surge una sociedad civil, previa a la existencia del Estado.
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Dado que, para Locke, el estado de naturaleza no está gobernado por los conflictos sino por la concordia ¿qué es lo que lleva a los humanos a abandonar dicho estado para constituir un Estado?
Según Locke todo surge como consecuencia del derecho de propiedad: en un principio los hom­bres llevaban una vida muy simple. En este nivel de de­sarrollo las propiedades que los seres humanos poseen se limitan a unos pocos bie­nes ele­men­tales que comparten entre sí para facilitar la super­vivencia. Pero, a medida que se desarrolla la pro­ducción de bienes, aparecen las desigualda­des eco­nómicas entre quienes apenas tienen propiedades y quienes las poseen en abun­dancia. De ahí que los intereses humanos (que al prin­ci­pio todos compartían, porque se limi­ta­ban a intentar sobrevivir) entran ahora en conflic­to.
Por ello se hace necesario estable­cer un poder imparcial que in­ter­venga (a través del esta­ble­ci­mien­to de leyes y del poder coerciti­vo) cada vez que no se respe­tan los derechos de los individuos. Tal poder surge de un pacto o contrato social.
Por lo tanto, el Estado se crea con dos objetivos: (1) Defender mejor los derechos naturales de los individuos, castigando a quienes, ocasionalmente, los conculquen. (2) Mediar en caso de conflicto de intereses.
Aparece así desarrollada (siguiendo algo ya expuesto por el filósofo y teólogo escolástico español Francisco Suárez, pero que no aparece en Hobbes) la idea de un doble contrato: un primer contrato por el que los seres humanos producen la sociedad civil, y un segundo contrato por el que desarrollan una sociedad política.
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El poder político surge pues de un pacto o contrato social (o se legitima en la medida en que es fruto de un pacto o contrato social). Ahora bien, el contrato no legitima la creación de un poder absoluto (tal como sostenía Hobbes). Porque entonces la relación entre ese poder y los ciudadanos es la que existiría en estado de naturaleza entre dos fuerzas desiguales tal que una pudiese abusar de la otra.
El poder político que sale del contrato social, con el que Locke pone las bases del Estado liberal, se caracteriza por:
(1) Separación entre sociedad civil y Estado. Para Hobbes sociedad civil y Estado se identifican. Locke admite la existencia de una sociedad civil anterior a la creación del Estado. En todo caso, tanto Locke como los defensores del liberalismo posteriores, establecen una dife­ren­cia­ción clara entre ambos. Así, para Adam Smith, la sociedad civil surge como un entramado de intereses económicos, por lo que acaba sien­do identificada con el mercado (entendiendo mercado en un sentido am­plio: esto es, el ámbito de intercambio de productos para satisfacer necesidades del tipo que sean). La so­cie­dad civil surge, por lo tanto, de las interrelaciones de los individuos movidos por sus intereses.
(2) Los poderes del Estado deben ser limitados. La satisfacción de las necesidades se lleva a cabo en el seno de la sociedad civil, por lo que el Estado debe dejar la máxima libertad posible para su desarrollo. En consecuencia, hay que poner límites al poder del Estado. Para ello se establecerá una separación entre diversos poderes en el Es­tado. Locke defenderá la separación entre el poder legislativo, el ejecutivo-judicial, y el federativo. (Posteriormente Montesquieu defenderá la separación entre poder legislativo, ejecutivo y judicial, características de nuestros actuales Estados democráticos y de derecho.)
(3) El Estado está únicamente para solucionar los conflictos entre los individuos. La sociedad civil surge para dar satisfacción a los intereses de los individuos. Pero dado que los intereses de los individuos pueden entrar en conflicto se hace necesaria una instancia que armonice esos intereses, de ahí surge el Estado.
(4) Puesto que el poder es recibido del pueblo, este tiene siempre el derecho a rebelarse contra la tiranía y contra cualquier político que se exceda de sus límites. Derecho este que va también en contra de las tesis de los teóricos del absolutismo (Hobbes, Bossuet, etcétera), pero que había sido defendido por algunos pensadores relevantes de la escolástica española.

6. El problema religioso
Locke defiende las posiciones deístas y la religión natural (que tiene ante­ce­den­tes en el humanismo renacentista). La razón humana es autosuficiente, la reve­lación carece de valor, así como toda forma de positivismo religioso. Como conse­cuencia intenta una fundamentación racional del cristianismo. Para Locke, el cristianismo es racional en un doble sentido: (1) En tanto su contenido se deja com­prender por la razón. (2) En tanto que la razón, puesto que es dada por Dios, es una forma natural de reve­la­ción, a través de la cual Dios co­munica a los hombres la parte de la verdad que ha pues­to al al­can­ce de sus fa­cultades naturales.
La función del Estado es velar por la vida, integridad física, libertad y propiedades de los hombres, pero no, en absoluto, por la salvación de su alma, por lo que las cuestiones religiosas caen fuera de la soberanía del Estado y este ha de garantizar, eso sí, la libertad de cultos.
Por otro lado, critica las religiones positivas, es decir, todo lo que constituye la manifestación física e histórica de la religión, y está en contra de los ritos, dogmas, milagros, y todo tipo de supercherías religiosas.
(Este distinción entre «religión natural» y «superchería» religiosa, le permite mantenerse en una ambigua posición; muy frecuente, por otro lado, en el mundo protestante: consiste en que, al mismo tiempo que defiende la tolerancia religiosa, justifica las restricciones a la práctica del catolicismo).

7. Locke en la historia del pensamiento
Con Locke aparece en escena una corriente de pensamiento que se conoce como empirismo idealista o subjetivo (o empirismo, a secas) que se convertirá en la corriente filosófica dominante en las Islas Británicas hasta finales del siglo XVIII al menos.
Los empiristas parten de que todo nuestro conocimiento proviene de la experiencia. De ahí el nombre de esta corriente. Invierten, por lo tanto, la perspectiva racionalista, la cual partía de que solo podemos tener certeza acerca de aquello que construye el propio entendimiento.
No obstante, comparten con los racionalistas la tesis de que el entendimiento solo conoce directamente las ideas (producidas, en este caso, por las impresiones). De ese doble punto de partida se derivan toda una serie de consecuencias:
(1) Dado que todo conocimiento proviene de la experiencia, los empiristas, empezando por Locke, niegan la existencia de ideas innatas.
(2) Al igual que los racionalistas, conciben la verdad, ante todo, como certeza. Ahora bien, para los racionalistas la certeza se produce cuando el entendimiento es activo, es decir, cuando construye por sí mismo las ideas que maneja. Al hacerlo así tales ideas aparecen como claras y distintas. Por el contrario, para los empiristas la certeza se produce cuando el entendimiento es pasivo, y se limita a recibir los datos de la experiencia tal como vienen.
(3) Al igual que los racionalistas consideran que el ser de las cosas se da en la conciencia, una característica que define a toda la filosofía moderna. No hay, por lo tanto, ac­ceso a las co­sas «en sí», pues aun en el caso de que exis­tan tales co­sas en sí solo podrán ser cono­ci­das a partir de sus re­pre­sentaciones menta­les (las ideas producidas por las sensaciones o impresiones).
(4) Las ideas son captadas en una intuición empírica interna.
Recordemos que, para los escolásticos, el conocimiento de las ideas universales, en las que se funda el conocimiento, es obtenido por el entendimiento mediante abstracción. Pero Ockham, Bacon, y otros filósofos a los que se suele incluir en dentro de la gran corriente del empirismo inglés, rechazan la abstracción y sostienen que el conocimiento comienza con una captación directa de los individuos (lo que denominamos una intuición empírica).
Posteriormente, Descartes sostendrá que el conocimiento comienza con la captación directa de las ideas construidas por el propio entendimiento (lo que denominamos una intuición intelectual).
Locke sostiene que el conocimiento comienza con la captación directa de las ideas en la mente del individuo (de modo similar a Descartes). Pero tales ideas proceden de la experiencia. Por ello, se dice que, para Locke -y el resto de los empiristas modernos que le sigue en esto-, el conocimiento comienza con una intuición empírica interna.
Intuiciones empíricas externas son aquellas en las que lo intuido son los individuos o las cualidades de las cosas del mundo. Tales intuiciones constituyen el fundamento de todo conocimiento para Ockham y Bacon, dando origen a lo que se conoce como empirismo objetivo. Intuiciones empíricas internas son aque­llas en que lo intuido son las huellas que las sen­saciones sen­si­bles dejan en la mente. Constituyen el fundamento de todo conocimiento para Locke, Berkeley y Hume, entre otros, dando origen a lo que se conoce como empirismo subjetivo o idealista.
(5) Los racionalistas consideraban a las matemáticas el modelo de saber (dado que las matemáticas son desarrolladas por la razón sin necesidad de la experiencia). Frente a los racionalistas, los empiristas consideran que las matemáticas se limitan a relacionar ideas entre sí, pero no dicen nada acerca de la existencia de sus objetos, acerca de la experiencia. Por ello consideran a la física como modelo de ciencia, dado que la física tra­baja sobre cuerpos, cuyas ideas pueden ser re­pre­sen­tadas en imágenes, mientras que las ma­te­má­ticas trabajan con ideas abstractas o con puros sig­nos. Además la física necesita de la contrastación empírica, por lo que sus hipótesis se construyen en relación al mundo de la experiencia.
(6) Se interesan más por el valor técnico-prác­tico del conocimiento, orientado a la resolu­ción de los proble­mas humanos, que por el co­no­cimiento en sí. Por ello, los empiristas prestan especial atención a los problemas de tipo ético, político y religioso.
(7) Al negar la existencia de ideas innatas, todo co­no­cimiento ha de ir de la experiencia a sus prin­ci­pios (o leyes). Por eso, por lo general anteponen el método analítico-inductivo al sintético deductivo.
Esto es aceptado por Locke, pero no por Hume, el más destacado representante del empirismo, que rechazará la validez del cualquier método.
(8) Locke atribuye sentido a la idea de sustancia, que define, además, según la tradición escolástica. Pero tal idea no puede ser justificada a partir de sus propios presupuestos empiristas, según los cuales toda idea ha de proceder de la experiencia.
Por ello era cuestión de tiempo que dentro del movimiento empirista tal idea fuese rechazada, lo que hará Hume, el más profundo y coherente de los empiristas modernos.
(9) Locke acepta también la existencia de los tres tipos de sustancias cartesianas: las almas, Dios y los cuerpos. Pero el rechazo de la idea de sustancia lleva a Hume a negar que se pueda demostrar la existencia de cosas tales como el alma, Dios o los cuerpos entendidos como sustancias extensas. Hume se convertirá, por ello, en el primer gran crítico de la metafísica.
Locke juega también un papel determinante en la aparición del movimiento ilustrado (suele ser considerado, junto con el escritor y filósofo francés Pierre Bayle, y el físico y matemático inglés Isaac Newton, uno de los fundadores de dicho movimiento).
Así, el intento de dar un fundamento racional al Estado, y su defensa de la tolerancia religiosa (un tanto nebulosa) serán elementos claves de todo el pensamiento ilustrado.
Finalmente, Locke desarrolla el primer modelo de Estado liberal, sin el que sería inconcebible el desarrollo posterior de las democracias modernas.

Bibliografía
-Abbagnano, Nicola: Historia de la filosofía. SARPE, S. A. Barcelona, 1988.
-Copleston, Frederick: Historia de la filosofía. Ariel. Barcelona, 1989.
-García Borrón, Juan Carlos: Empirismo e ilustración inglesa. Editorial Cincel, S. A. Madrid, 1985.
-González Gallego, Agustín: Locke, empirismo y experiencia. Montesinos Editor, S. A. Badalona, 1984.
-Locke, John: Ensayo sobre el entendimiento humano. Editorial SARPE, S. A. Madrid, 1984.
Locke, John: Ensayo sobre el gobierno civil. Ediciones Orbis, S. A. Barcelona, 1983.
-O´Connor, D. J. (comp.): Historia crítica de la filosofía occidental. Ediciones Paidós Ibérica, S. A. Barcelona, 1983.

Los derechos de autor de esta entrada pertenecen a D. Alejandro Bugarín Lago.
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