Sócrates nació en Atenas,
en el año 470 a. C. No dejó nada escrito, por lo que sus aportaciones las
conocemos únicamente a partir de las referencias que nos dejaron sus seguidores
y críticos (y, especialmente, Platón, su discípulo más brillante).
Su obra se desarrolla en polémica con el pensamiento sofista, pero instalada en el mismo
universo intelectual de los sofistas. Por eso muchos de sus contemporáneos lo
consideran un sofista más.
Sócrates fue, sobre todo, un maestro, que sedujo con su dialéctica
a una generación de jóvenes atenienses. Su enseñanza era directa, desarrollada a través del diálogo y la discusión
pública.
Al igual que los sofistas, su interés se centra en las
cuestiones de tipo práctico. Esto
es, en torno a problemas que hoy denominaríamos éticos y políticos.
Su objetivo es convertir a sus seguidores en ciudadanos virtuosos. Y considera que
tal objetivo se consigue, precisamente, con la enseñanza.
A este respecto Sócrates sostiene que solo podrá ser
justo, bueno, virtuoso, quien conozca lo que es la justicia, la bondad, la
virtud. Pero, va más lejos todavía, y considera que quien conozca lo que es la
justicia no podrá actuar de modo injusto, quien conozca lo que es el bien no
podrá actuar mal, etc. Tal cosa sería absurda. Tan absurda como que, quien
supiese hacer buenos zapatos, los hiciese mal. De modo que Sócrates identifica conocimiento y virtud: virtud y conocimiento son la misma cosa. A esta
identificación se le denomina, hoy en día, intelectualismo
moral.
Ahora bien, si para ser justo hay que conocer qué es la justicia, si para ser virtuoso
hay que conocer qué es la virtud,
etcétera, se no plantean dos problemas: aclarar en qué consista conocer tales cosas y aclarar cómo se alcanza tal conocimiento.
Pues bien, si preguntamos ¿qué es la justicia?, la
respuesta tiene que ser algo del tipo: «La justicia es ... ». Es decir, la respuesta tiene que ser algo parecido a una definición. Una definición que
establezca la esencia de la
justicia, que nos señale aquellos rasgos que hacen que algo sea justo.
Una vez alcanzada esta definición tendremos un
conocimiento que valdrá para todos los hombres y para todos los tiempos. Pues
hemos dejado claro lo que «es» justo, no lo que nos «parece» justo, o le
«parece» justo a los persas, por ejemplo.
De aquí procede la primera gran aportación de Sócrates a
la teoría del conocimiento. Consiste
en una nueva manera de entender el conocimiento:
conocer será conocer lo universal.
Con esta nueva concepción del conocimiento se combate el relativismo sofista.
Pero vuelve a planteársenos otro problema: ¿cómo se
alcanza el conocimiento de lo universal?
Según Sócrates la definición universal, el conocimiento
universal, se alcanzará a través de un diálogo.
El diálogo, tal como lo practicaba Sócrates, consta de dos momentos, la ironía y la mayéutica.
La ironía (traducción e eironeia) consiste en fingir ignorancia acerca de aquello por
lo que se pregunta (que puede ser auténtica ignorancia, la aceptación de que no
se sabe). El objetivo es mostrar las contradicciones de un saber establecido,
mostrar que un supuesto saber no es tal.
Una vez aceptado que ignoramos en qué consiste aquello
que queremos conocer (la justicia, la belleza, etcétera) se invita al interlocutor
a dar una definición. A este proceso
le denomina Sócrates mayéutica.
(Mayéutica viene de mieu = dar a luz.
Sócrates dice que ayuda a dar a luz ideas, igual que su mujer, que era
comadrona, ayudaba a dar a luz niños). Una vez dada esta definición se la contrasta con los casos conocidos (con
casos de experiencia) para ver si se ajusta a tales casos. Si no es así, tal
definición no es válida y hay que volver a intentarlo.
Con esto Sócrates hace una segunda aportación a la teoría
del conocimiento: el conocimiento se obtiene a través de un diálogo.
Pero, dado que un paso fundamental de ese diálogo es el
contraste de una definición con la experiencia, se puede decir que Sócrates
está haciendo un uso implícito del método
inductivo, que será posteriormente defendido por numerosos filósofos y
científicos.
Podemos, por lo tanto, resumir las aportaciones de Sócrates al pensamiento filosófico de
la siguiente manera:
Sócrates trata de enseñar cómo ser virtuoso (cómo ser
buen ciudadano, un ciudadano justo, etcétera). Pero solo se puede ser bueno,
justo, etcétera, si se conoce qué es
la virtud, la justicia, etcétera. Pues bien, conocer consiste en descubrir el qué es, la esencia, de eso que se trata de conocer. Tal esencia se pone de
manifiesto en una definición universal.
Tal definición universal se alcanzará a través de un diálogo, con sus dos momento de ironía y mayéutica.
En el 399 a. C. Sócrates es acusado de despreciar a los
dioses y corromper a la juventud, y condenado a muerte. Algunos de sus jóvenes
y ricos seguidores le preparan la huida, pero él rechaza su ofrecimiento, pues
considera que con ello estaría traicionando su obra, centrada en enseñar cómo
ser buenos ciudadanos. Y, después de todo, es la ciudad de Atenas, siguiendo
los mecanismos legales vigentes, quien le condena. Por lo que muere, ingiriendo
cicuta, y haciendo, también de su muerte, una enseñanza.
Sócrates dejó numerosos discípulos, entre los que destacan:
(1) Aristipo de Cirene, fundador de
la escuela cirenaica, caracterizada porque identifica el bien con el placer.
(2) Antístenes, fundador de la escuela cínica, caracterizada porque se
centra en la búsqueda de la felicidad, que se encontraría en llevar una vida
sencilla y acorde con la naturaleza. (3) Euclides
de Megara, influido por Parménides y Sócrates, fundador de la escuela megárica, que acabará
confluyendo con el estoicismo (a ambas escuelas se debe el desarrollo de la
lógica proposicional). (4) Pero destaca, sobre todos ellos, Platón, que construirá el primer gran
sistema de pensamiento filosófico, y con el que nace la filosofía organizada
como una disciplina académica.
Bibliografía
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de la filosofía. SARPE, S. A. Barcelona, 1988.
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-Ferrater Mora, José: Diccionario
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-Martínez Marzoa, Felipe: Historia de la filosofía. Istmo. Madrid, 1980.
-Platón: Diálogos.
Editorial Porrúa, S. A, México, 1984.
-Tovar, Antonio: Vida
de Sócrates. Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1986.
-Zubiri, Xavier: «Sócrates
y la sabiduría griega», en Naturaleza,
Historia, Dios. Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1987.
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